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Los pobres apetecen las riquezas y demas aparatos magníficos que ven en los ricos, y es porque se engañan juntando la nocion de las riquezas con la de su felicidad.

Casada la jovencita en aquellas condiciones, con un hombre que podía ser su padre, ¿no era de prever que al renunciar a la felicidad ardiente, y obtener, en la mejor de las hipótesis, una dicha tranquila, se sintiera tarde o temprano inquieta por la idea de un bien mayor?... Las confesiones de la muerta destruían esa sospecha.

Mejor que un cuerpo es la envolvente de un alma; los trazos de una sonrisa tierna y graciosa moderan su austeridad hasta cuando ora. Su mirada, irradiación de celeste luz, se dirige hacia cuanto la rodea, y cuando la dirige hacia , se detiene y se enternece. Se comprende que es una madre contemplando la felicidad de su hijo.

Adolfo protestó ingenuamente; él no volvería a casarse... Se encuentra usted demasiado bien así dijo Vázquez con unas hermanas como las que usted tiene... ¡Feliz de usted!... Pero esta felicidad no puede durarle toda la vida... Ellas se casarán alguna vez... ¡Oh no!... interrumpió Coca. ¿Y por qué no se casa usted? preguntó Adolfo a su amigo.

¡Vivo!... qué inmensa felicidad! No me han matado, ni me han herido ni me han dado un arañazo... ni siquiera se han atrevido á tirotear el tren. Hablando con toda franqueza, me alegro de que no me hayan causado el más leve daño; pero eso de no detener la locomotora me tiene desconsolado.

Demasiado inteligente para no darse cuenta de lo que así ganaba, agradeció á su pupilo haberle proporcionado la ocasión de emprender una vida arreglada y se prometió pagarle en felicidad la tranquilidad que por su causa gozaba. Y tomó en serio su papel de padre.

Tratábase de una guerra que acababa de concluir con felicidad el rey contra el príncipe de Hircania, feudatario suyo. Zadig que en esta corta guerra habia dado repetidas pruebas de valor, hacia muchos elogios del rey, y mas todavía de la dama.

Como cielo y mar estaban serenos y el viento era próspero, el viaje iba haciéndose con felicidad y prontitud. Al subir una mañana sobre cubierta, nuestros seis principales personajes se extasiaron admirando el azul transparente de las aguas, rizadas apenas por el soplo de la brisa, donde se reflejaban el más claro azul del cielo y las ligeras nubes, que parecían de nácar, purpura y oro.

Compromisos, obligaciones, conflictos, luchas, catástrofes, todo lo grave que le parecía cercano y probable, se desvanecía, quedando en su lugar un fantasma encantador e imperioso que le abría los brazos y le llamaba con promesas de perdurable felicidad.

La otra felicidad es la que pueden los hombres conseguir en esta vida, y puede llamarse imperfecta y secundaria.