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Era preciso vivir mucho tiempo a su lado para convencerse de que no era fea ni mala ni insoportable; y averiguado esto, se iba cayendo poco a poco en la cuenta de que era todo lo contrario, y hasta una alhaja para mujer de un marido de pocas necesidades intelectuales y mucho apego a la vida honrada y laboriosa de puertas adentro.

Reposa aquí Dulcinea; y, aunque de carnes rolliza, la volvió en polvo y ceniza la muerte espantable y fea. Fue de castiza ralea, y tuvo asomos de dama; del gran Quijote fue llama, y fue gloria de su aldea.

En efecto, Tristán se había quedado tan descompuesto que apenas podía articular una palabra. Sin embargo, hizo un esfuerzo heroico sobre si mismo y sonrió balbuciendo que aquel amigo de tan fea catadura era una persona honrada e inofensiva. «¡Ya, ya, bien inofensivo te Dios! Pues buen susto has llevado.

Ya había olvidado su resentimiento y sus sermones; tanto más cuanto que en mis palabras había un gran fondo de verdad. ¿Y es por eso, que estás tan triste, hijita? , por cierto, señor cura. Figuraos que mi tía me repite en todos los tonos que soy un fenómeno, que soy fea como un susto. Y mis ojos se llenaron de lágrimas, como que el tal tema me dolía en el alma.

Porque es muy fea.... Se puede querer a la hija de la Canela cuando se tienen los ojos cerrados; pero cuando se abren los ojos y se ve a la señorita Florentina, no se puede querer a la pobre y enana Marianela. Quién sabe.... No puede ser.... No puede ser afirmó la vagabunda con la mayor energía. Eso es un capricho tuyo.... No puedes decir si agradas o no a tu amo mientras no lo pruebes.

Los celos de la prometida de Roselo, de la dueña, y diversos sucesos, que se oponen á la dicha de Lisardo y de Belisa, completan el desarrollo de la comedia, que es de las más interesantes y divertidas. La hermosa fea.

Sigue a esto dijo a su padre Maravillas, interrumpiendo la lectura , un largo párrafo muy bonito y de gran efecto, de conjuros y de apóstrofes por el estilo de los que ha oído usted, que duran hasta la mitad de esta segunda columna, y digo enseguida... «¿Sabes por qué eres andrajosa, y fea y esclava vil y degradada, ¡oh, Villavieja infelice?

Al pasar por delante de la alcoba de Tirso, notaron que roncaba. ¿Oyes? preguntó ella. ; escucha, escucha cómo le quita el sueño la emoción de estar en su casa. Adiós, Pepito, hasta mañana. Abur, monigota, fea. Tonto, pareces un chiquillo. A los pies de Vd., señora; fea, espantosa.

El imperio de la belleza no tiene rebeldes. La fea, que «plancha» por serlo, tiene dos causas de aflicción: la primera es una herida de amor propio al verse relegada; la segunda envuelve una pesadumbre más profunda y definitiva. Expliquemos su psicología. Ninguna persona, y menos aún una señorita, naturalmente optimista, tiene una idea exacta de su fealdad. La naturaleza nunca es cruel del todo.

Pronto se casará entonces. ¡Ay, Dios! exclamó doña Rosalía con profunda lástima. Me parece que están verdes; hoy no se casan las jóvenes hermosas si no tienen dinero, ¿cómo se ha de casar ella no siendo rica ni bonita? Yo no la encuentro fea. ¡Ay, Dios! ¡Pobrecilla! Ya comprende que no debe pensar en esas cosas. Últimamente se ha metido mucho por la iglesia.