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Eran parejas que abandonaban el baile por un momento para respirar en la cubierta. Los jóvenes se abanicaban con un papel la faz congestionada, despegándose de la carne el cuello de la camisa, reblandecido por el sudor. Ellas respiraban con ansiedad, llevándose las manos al escote, pero inmediatamente huían de esta frescura para correr al horno del salón, atraídas por un nuevo vals.

12 Y él afirmó su palabra que habló sobre nosotros, y sobre nuestros jueces que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; que nunca fue hecho debajo del cielo como el que fue hecho en Jerusalén. 13 Según está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y nunca rogamos a la faz del SE

Recuerda el pensador los esculpidos respaldos del coro de una gótica iglesia, en los que la madera labrada bajo la inspiración de la fe, presenta, en una faz, escenas de una vida de santo, y en la otra faz, ornamentales círculos de flores.

El capellán murmuró como si rezase: Señorita.... Por Dios.... No se revuelva la cabeza.... Déjese de eso.... La señora de Moscoso cerró los ojos y apoyó la faz en los vidrios de la ventana. Procuraba contenerse: la energía y serenidad de su carácter querían salir a flote en tan deshecha tempestad.

JESSY. ¡Sus convicciones...! ¡Se las compro...! Mire: tome cien sueldos y devuélvame cinco francos... ¿Cree todavía en la nobleza del arte, usted que nunca tuvo mas que sinsabores? ¿Cree usted en el talento y en el genio? Si yo tuviera la nariz ladeada o la pierna torcida, cambiaría la faz del mundo, al menos para el señor Sautriot, y yo no figuraría en la compañía de la señora Grattemimi.

Se les adulaba en momentos de angustia, y se les repelía luego con el pie en nombre de la caballerosidad y la nobleza de alma. Pero un día, el aprovechamiento del vapor cambió la faz del mundo. Casi ha sido en nuestra época: hemos conocido personas que presenciaron esta gran revolución, la más trascendental y positiva de todas.

Detente, oh Sol, y mira ese caido: Fué un guerrero de nombre esclarecido Que en holocausto tuyo se ofreció, Y hasta lanzar sus postrimer aliento Á te consagró su pensamiento, Y al ver tu faz contento sucumbió.

Además, tenía una fisonomía de expresión inocente, cándida, y, en su misma inocencia, expresiva y coqueta; una de esas fisonomías, en fin, a propósito para hacer enloquecer a cualquiera y cambiar, como suele decirse, la faz de los imperios.

Y la vemos entrar, muy abiertos los ojos, la faz idiotizada, pensando cuán inútil será toda defensa meditada. ¡Oh maldecida mano que llaman experiencia! ¡Qué caro cuesta el aprender tu ciencia! ................................... Y con estas palabras el telón vuelve lento a caer, sin que el público sepa lo que entre bastidores puede haber.

Ni tenían todos el mismo grado de aplicación: Zalamero, juicioso y circunspecto como pocos, era de los que se ponen en la primera fila de bancos, mirando con faz complacida al profesor mientras explica, y haciendo con la cabeza discretas señales de asentimiento a todo lo que dice.