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Ven acá, Reina gritó ella, con la faz amoratada por la ira y la desordenada carrera que había tenido que dar en pos de los conejos. Yo le hice un gran saludo, y le dije, dirigiendo un gesto de inteligencia a mi aliado. Os dejo con el cura. Felizmente la ventana estaba abierta.

Las infelices pedían por Dios y por la Virgen que las dejasen vestirse; pero el alcalde, con la faz arrebatada por la cólera y los ojos inyectados, cada vez gritaba con más fuerza, aturdiéndose con su propia voz: ¡A la cárcel...ajo!.,¡A la cárcel...ajo! Y no hubo otro remedio.

Al fin todo perdió su forma y su color; la altura de las ondas, abultada por la óptica, cubrió la lista lejana; la perspectiva se acabó, y en vez de la tierra no sino la faz movible y escarpada del océano.

El joven aragonés tenía tan ocupado el ánimo con sus propias amarguras, que no atendió; con la observación y la curiosidad que el caso exigía, á las raras señales de alteración física y moral que otro menos abstraído hubiera visto en la santa y edificante faz de doña Paulita.

Aunque mis hábitos me hagan como enviado del cielo, mi palabra siempre será palabra humana, y para una hija sólo es divina la palabra de su propia madre. La hermosa y noble faz de Lázaro se iluminó con esa satisfacción intensa que produce la resolución inquebrantable de vencerse a mismo por amor al prójimo. La duquesa, que ya empezaba a desasosegarse, esquivó las miradas del capellán.

La muerte bajo esa faz. La hazaña de Bolívar. La altura del Salto. Una opinión de Humboldt. Discusión. El Salto al pie. El Dr. Cuervo. Regreso. Al fin llegó el día tan deseado del paseo clásico de Colombia, la visita al Salto de Tequendama, la maravilla natural más estupenda que es posible encontrar en la corteza de la tierra.

Pudo haberla leído antes de salir de casa, cuando la recibió; pero los minutos que en ello tardara los perdía en la vista; y «todo buen Seturas como él decía, antes que á sus hijos, se debe á su pleito». Este acontecimiento varió la faz de las cosas, y el púbero Silvestre fué llamado á su pueblo para arreglar la testamentaría.

11 Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me iba, y que no venías al plazo de los días, y que los filisteos estaban juntos en Micmas, 12 [me] dije: Los filisteos descenderán ahora contra a Gilgal, y [yo] no he rogado la faz del SE

Se lo agradezco a usted muchísimo. Y su pálida faz se coloreaba ligeramente, como blanca nube matutina herida por el primer rayo del sol. Hacía mucho tiempo que no creía en Dios, y un día, como hubieran llevado a casa de la condesa unos iconos, cometió con uno de ellos un horroroso sacrilegio. Con este motivo, se cayó en la cuenta de que había perdido el juicio.

Como el tiempo no pasa sin mudar la faz de las cosas, cuando volvió a su patrio hogar la colegiala no dejó de hallar en él cambios y mudanzas que la sorprendieron. Su madre tenía «achaques», y achaques graves, según ella decía, apostándoselas al médico, que no mostraba gran empeño en contradecirla.