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El señor de Bevallan, á quien jamás estimé y de quien he hecho, á pesar mío, en estas páginas, más bien la caricatura que el retrato, reune el mayor número de cualidades y defectos que habitualmente atraen el sufragio de las mujeres. La modestia le falta absolutamente; lo que le viene á las mil maravillas, pues las mujeres no la estiman.

Casi se había olvidado de escribir, por falta de uso; pero así que le hablaban de reses bravas, de la crianza de toros y caballos o de faenas agrícolas, animábanse sus ojos, expresándose con el aplomo de un gran conocedor. Nublose la luz del sol. Palideció la sábana de oro tendida sobre la blancura de uno de los lados de la calle. Algunos miraron a lo alto.

La gente de los alrededores es muy buena dijo Magdalena después de una pausa, saliendo de la penumbra. Los hombres de la bifurcación del río dieron vueltas por aquí, hasta que comprendieron que no me hacían maldita la falta, y las mujeres ¡son tan bondadosas!... no han venido una sola vez.

Por supuesto, yo le eché de casa inmediatamente; pero volvió al día siguiente pidiendo perdón y que no lo haría más. Le abrimos otra vez la puerta, y le guardamos los panalitos... En fin, cuando se vuelva a Madrid, ya puede usted decir que ha estado en una reunión cursi, ¡pero cursi de verdad! No le falta a usted más que conocer a Cachupín.

Habia cuatro meses que estaba ausente y en gran miseria por la pérdida de todas sus áncoras, menos una pequeña, y el capitan quiso pasar el invierno en Egmont, donde habia tres navios mas de Boston, que fueron tambien á la pesca de la ballena, y tuvieron la fortuna de coger tres cada uno, aunque sufrieron algunos trabajos por la falta de velas, járcias, y otros materiales, de que los proveyó Mr.

Las disculpas que en la ocasión del acto había conceptuado tan razonables, parecíanle ya vanas e impropias de una persona seria. Los móviles a que obedeció antojáronsele sin fundamento alguno, y su conciencia le arguyó poderosamente. No, no podía esperar a que su marido advirtiese la falta.

Como hombre que había cometido una falta una vez, pero que conservaba su conciencia viva y penosamente sensible, merced al roce constante de una herida que no se había cicatrizado, podía suponérsele más á salvo de pecar de nuevo que si nunca hubiese delinquido.

Dizele el mancebo, Todo ešto guardé dešde mi mocedad. Que mas me falta? Dizele Iešus, Si quieres šer perfeckto, Anda, vende lo que tienes, y da [lo]

Habiendo ordenado el nuevo Provincial Padre Juan Bautista de Zea que el P. Miguel de Yegros, en pasando las lluvias, fuese con el hermano Alberto Romero á fundar la Reducción de nuestro P. San Ignacio, se anticipó el P. Yegros algún tiempo, así por escoger con tiempo sitio á propósito, como por no exponerse á peligro de no hallar agua qué beber en el camino; por tanto, á principios de Abril empezó su viaje; mas entrando en el bosque de los Zamucos, se vió obligado á volver atrás por tener tanta falta de agua, que ni la gente ni las caballerías tenían con qué apagar la sed.

La Regenta, sin entrar jamás en estos conciliábulos, los perdonaba como falta leve, «que ella, cargada de otras más graves, no tenía derecho a censurar». Don Fermín y Ana se veían todos los días; en el caserón de los Ozores, unas veces, otras en el Catecismo, en la catedral, en San Vicente de Paúl, y más a menudo en casa de doña Petronila.