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Dile también continuaba Eva que ahora trabajamos y sufrimos mucho. Dile que deseamos verle, una vez solamente, para presentarle nuestras excusas. Mi marido y yo necesitamos convencernos de que

Salvador se deshacía en excusas, y al acercarse a la pared, manchósele la negra ropa de tal modo que parecía un molinero.

Tal era la vehemencia de su afabilidad, que no me ofreció el más ligero intersticio para colarme con una respuesta a su saludo o una satisfacción galante a sus excusas.

Mientras yo los plegaba y ordenaba un poco mejor, le exponía excusas y reparos que resultaban inútiles: no quería oírme.

Si alguna frase se me escapa que pueda lastimar, aunque sea levemente, la memoria del señor Marqués, doy a V. desde luego un millón de excusas. Doña Luz hizo un gesto y movió la cabeza como si quisiera indicar que las excusas estaban aceptadas de antemano.

Poco después llegó Emilia al cuarto de esta, y diole excusas por la soledad en que se había quedado en noche de tanta alegría. Mas, no dando su brazo a torcer Isidora, replicó que había estado perfectamente en su cuarto.

Después, al momento que la vio entrar, corrió la mujer del pintor al encuentro de su amiga preguntándole con grande inquietud: ¿Qué hay?.... ¿qué ocurre? Hay en primer lugar que te traigo las excusas del marqués de Pierrepont, y además la seguridad de que en adelante no nos hará sonrojar la amistad que le profesamos.

Fué interrumpido aquí el ilustre Gerif por el alcalde del Ayuntamiento viejo por mil excusas y cortesías, las que subieron de punto así que vió a María ser como el astro que presidía aquel sarao. Bien habéis hecho añadió a Gerif en corregir de tal modo al alguacil por su demasía, siendo mi venida por curiosidad y festejo, y de modo alguno por enmienda ni admonición.

Estaba solo, debía sentirse triste, y le invitaba á comer, sin ceremonia, como parientes que eran. Sus excusas provocaron nuevas invitaciones por teléfono. El príncipe, como el que cumple un aburrido deber social, acabó por ir un anochecer á su palacete de la Avenida del Bosque, una de las numerosas imitaciones del Pequeño Trianón que existen en el mundo.

Valentina tuvo, en efecto, lástima de él, y le dejó; pero todavía le retorció el pellejo de los brazos unas cuantas veces. A no se me engaña, ¿lo sabes? ¡A no se me engaña! Si vuelvo a saber que has estado con ella, excusas de venir más por aquí. Bueno, te prometo no hablarla más; pero no vayas a hacer caso del primer cuento que te traigan.