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Y se marchó, para instalarse en una pobre casa de la ciudad vieja, renunciando á las comodidades y abundancias de aquel palacio regentado por el coronel. A pesar de tales excusas, el príncipe manifestó sus dudas á Toledo. No veía con claridad en esta fuga. Tal vez existía otro motivo que él no llegaba á adivinar. ; tal vez contestó sonriendo don Marcos . Debe ser asunto de faldas.

dijo Catalina irónicamente, por supuesto, detengámonos en casa del squire, y nos convidará a cenar, y luego nos llevará a casa en coche tu querido amigo Enrique, con formales excusas del señor Robinson, suplicando que por esta vez se nos perdone.

Pero le pediría al comisario del buque un cuadernillo en blanco de apuntaciones o un simple pedazo de papel. Lo que le interesaba era el recuerdo. Y al mismo tiempo daba a entender ingenuamente con sus ojos que se había aproximado a él por entablar conversación más que por el interés que pudieran inspirarle los versos. Continuó Fernando sus excusas. Nunca la había mirado con indiferencia.

Por otra parte comprendía el daño que tal precipitación podía ocasionarle en el ánimo de la familia Reynoso. Respondió a Cirilo dándole excusas y rogándole guardase reserva de lo ocurrido. Llegó el día del aniversario del matrimonio de los Reynoso, que siempre se celebraba con alegría. Sólo el segundo año dejó de hacerse por estar reciente el fallecimiento de doña Dámasa, madre de Elena.

Los perros ladraban al verle de lejos, como si se aproximase la muerte; los niños le miraban enfurruñados; los hombres se escondían para evitar penosas excusas y las mujeres salían á la puerta de la barraca con la vista en el suelo y la mentira á punto para rogar á don Salvador que tuviese paciencia, contestando con lágrimas á sus bufidos y amenazas.

Balbuceó, como si al darse cuenta de su turbación sintiese cierta vergüenza. Daba excusas por su aspecto sencillo, cuando todas las mujeres del buque habían sacado aquella noche sus mejores trajes. Ella no había de bailar, y tampoco gustaba de permanecer sola en el salón mientras su marido jugaba en el fumadero.

Ella tuvo que encargarse de dar toda clase de excusas y explicaciones a la poderosa familia. Desde entonces, la madre miraba a su hijo como a un réprobo.

Pero, duquesa, ¿cómo tiene usted valor de presentarse sin diadema? exclamó S. M. en el colmo de la estupefacción. ¡Ah! ¡La diadema, es verdad! exclamaron a su vez todas las damas de la corte. Póngase usted la diadema inmediatamente prorrumpió con energía la augusta persona. Araceli se disculpó diciendo que estaba guardada en la caja de hierro de su papá, pero no le valieron excusas.

En cuanto a la fidelidad de las citas, su conciencia no le dejó defenderse con igual energía. Balbuceaba al formular sus excusas. Bien pudiera ser que hubiese equivocado el nombre de algún autor, que hubiera atribuido a unos lo de otros... Pero el marqués le interrumpió enérgicamente: No; repito que el libro está muy bien. ¡Si lo sabré yo!

Buscó Robledo una mano de ella por debajo de la mesa, entregándole un rollo de pequeños papeles. No debía tomarlo dijo la mujer . Yo sólo puedo admitir dinero de los que no me conocen. Pero guardó en su pecho los billetes de Banco. Sus ojos, repentinamente alegres, parecieron desmentir el tono de resignada dignidad con que formulaba sus excusas por haber aceptado el donativo.