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Al volver á los salones iba tan ofuscado, que casi derribó á un señor de reducida estatura, y éste, á pesar del golpe recibido, hizo una reverencia murmurando excusas. Le vió después yendo de un lado á otro, tímido y humilde, vigilando á los servidores con unos ojos que parecían pedirles perdón, y cuidándose de volver á su sitio los muebles puestos en desorden por los invitados.

Venía a sentarse allí porque le gustaba contemplar el mar desde la altura. Sentíase mejor a la sombra de la torre; ningún amigo le turbaba con su presencia y podía componer libremente los versos de un romance para el próximo baile en el pueblo de San Antonio. Jaime sonrió al oír las tímidas excusas del cantor. Seguramente que sus versos eran dedicados a alguna atlota.

Dos días después sonó por la mañana el timbre de su puerta. ¡Una visita! Avanzó hacia él un soldado, un pequeño soldado de infantería de línea, tímido, con el kepis en la diestra, balbuceando excusas en español. He sabido que estaba usted aquí... Vengo á...

En seguida, y mientras quedaba el droguero como fascinado, con los ojos muy abiertos y la mano en el aire, volviose hacia la Esfinge; la hizo una elegante reverencia; y, sin acabar de enderezar el talle, salió por donde había entrado, acompañada de unos cuantos campanillazos que se oyeron, en virtud de otros tantos tirones que dio a un cordón la Esfinge desde su asiento, para que abrieran la puerta de la escalera; de un sin fin de excusas del complaciente Núñez, y de estas pocas palabras entre dientes, con que la droguera contestó al saludo.

Luego se resignó, como el que se tiende fatigado ante el obstáculo y espera una intervención providencial que le ayude á salvarlo. Lo importante era ser pintor... aunque no pintase. Esto le permitía dar tarjetas con excusas de alta estética á las mujeres alegres, invitándolas á su estudio. Vivía de noche.

Julio, al pasear ahora en torno de la Capilla Expiatoria, se acordaba con cierto remordimiento de la esposa del consejero Erckmann. ¡El, que había hecho el viaje á América por una mujer, para reunir dinero y casarse con ella!... Pero inmediatamente encontraba excusas á su conducta. Nadie iba á saber lo ocurrido.

Lo que él llamaba ser adúltero quedaba en segundo lugar; alambicando mucho, a fuerza de sofismas, tal vez encontraría medio de disculpar a sus propios ojos aquel amor ilegítimo... pero lo del dinero no admitía excusas; él había pedido seis mil reales a un prestamista, abusando del crédito de su mujer. Esto era inicuo... y lo que era peor, muy expuesto a una tragedia doméstica.

Pero cuando Fermín se alarmó fue al ver que don Pablo, cambiando de gesto y con una frialdad irónica, le preguntaba repetidas veces dónde había pasado el día anterior. ¿ crees que no lo ?... continuó. Nada de excusas, Fermín: no mientas. Yo lo todo. Un amo cristiano debe preocuparse no sólo de la vida de sus dependientes, sino de su alma.

La distinguida dueña de casa llegó a disculparse con excelente mímica, mirando a su marido, como si le dijera: «¿Y estos son los amigos que traes a tu hogar?...» Me disculpé balbuciendo débiles excusas sobre mi rusticidad.

Con la lotería no puede haber prosperidad pública... ¿Qué?, te marchas otra vez. ¡Bonita manera de cuidar a un enfermo! Y vamos a ver, ¿qué demonios tienes que hacer por esas calles toda la mañana? A ver, explícame, quiero saberlo; porque es ya lo de todos los días». Jacinta daba sus excusas risueña y sosegada. Pero le fue preciso soltar una mentirijilla.