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¿Usted? ¡Nada! dijo Jacobo fríamente. Otro hombre temería la deshonra. ¡Me insulta usted! exclamó Sorege lívido. Había dicho á usted que no insistiera, continuó Jacobo con calma. Nada tiene usted que ganar en ello y me asombra su tenacidad. Creí á usted más hábil. Pero en vista de que usted quiere que se digan las palabras decisivas, va á ser complacido.

también lo amarás, ¿no es verdad? ¿Y conservará siempre la mano sobre el corazón? ¿Qué pregunta es esa, locuela? exclamó la madre: ven y pídele su bendición.

¿Y quién os ha dicho, exclamó ella, que yo os amo, ni en amaros piense, ni para vos me haya criado, ni al cabo la dureza mía para el amor, por vos se haya deshecho?

Desprendióse el niño, al oír esto, de los brazos de Lilí, que, saltando de alegría, le abrazaba, y exclamó con enérgica ira: ¡No!, ¡no!... ¡Papá, no!... ¿Pero por qué? dijo sorprendida Currita, agarrándole por un brazo. Forcejeaba el niño por desasirse, muy colorado y conmovido, y con los hermosos ojos llenos de lágrimas. ¿Pero por qué, por qué? repetía Currita.

¡Hermano Santiago, qué dichoso eres! exclamó Alvarez golpeándole amistosamente la espalda . ¡Por Cristo! es una hermosa ocasión para ascender a oficial. ¡No estar yo en tu lugar! ¡Cuánta gloria vas a recoger ejecutando tu audaz proyecto! ¡¡¡Abordar al maldito!!! Venderán tu retrato por las calles de Cádiz y te sacarán canciones. ¡Dichoso mortal!

¡Cállese usted, hombre! exclamó la señora riendo. Á usted hay que meterlo en salmuera para que no se pierda. Está visto, D.ª Feliciana no puede enfadarse conmigo. Y así era la verdad. El espíritu de aquella señora guardaba en sus adentros notables afinidades con el del jugador. Ambos se comprendían admirablemente.

Es un hombre muy digno y temeroso de Dios. ¿Pero no saben ustedes que parece inclinado a convertirse al catolicismo? ¡Jesús y qué me dice usted! exclamó con asombro y júbilo doña María . Aquí se ha tratado algunas veces este punto, y las niñas y yo le hemos exhortado a que tome tan saludable determinación.

Este sendero y la humana figura detenida en él llamaron vivamente la atención de Golfín, que dirigiendo gozosa mirada al cielo, exclamó: ¡Gracias a Dios!, al fin salió esa loca. Ya podemos saber dónde estamos. No sospechaba yo que tan cerca de existiera esta senda.... Pero si es un camino.... ¡Hola!, amiguito, ¿puede usted decirme si estoy en las minas de Socartes?

¿No? exclamó con extrañeza . Pues debiera hacerlo. Me estaría riendo hasta mañana: dos palos, señor, o mejor cuatro. Los merece. Aborrezco a ese hombre con todo mi corazón.

De pronto, cuando llevaban andadas cerca de dos millas, el viejo piloto tropezó en un cuerpo duro, que despidió un sonido metálico. El encontrón había sido tan brusco, que estuvo a punto de caerse; pero se repuso al momento, y exclamó: ¡No me había equivocado! ¿Qué has encontrado, viejo? le preguntó el Capitán. Ya os decía yo que no tardarían estos caníbales en desembarazarse de un peso inútil.