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Los marineros corrieron hacia los cabos, chillaron los motones, trapearon las gavias. «¡En facha, en facha! exclamó Marcial, lanzando con energía un juramento . Ese condenado se nos quiere meter por la popa».

¡Cómo, todavía de flirt! exclamó Alicia, acercándose; ¡es demasiado! Diga, Martholl, espero que esto no le habrá hecho olvidar su promesa de acompañarme en bicicleta hasta la granja Dutot, donde encontraremos a los d'Ornay y sus amigos. ¿Vendrán ustedes, con nosotros? añadió sin entusiasmo, dirigiéndose a las dos primas.

¡Qué desfachatez! decía Foja. Es un insensato; no sabe lo que es diplomacia, lo que es disimulo advertía Mourelo. Y yo que no quería creer a usted cuando me decía que se había quedado a comer con ellos.... ¡Ya ve usted! exclamó Glocester triunfante. ¿Y a dónde van los otros? Al Vivero, de fijo; ya sabe usted... a brincar y saltar como potros.... ¡Esas son las clases conservadoras!

Habían entrado de nuevo en la vida. ¡Qué corto el camino! exclamó el príncipe. Lo mismo pensaba ella. «, ¡qué cortoNo debían marchar juntos. Era preciso despedirse allí, lejos de la gente. Alicia lo tendió sus dos manos. ¿Nada más? suspiró Miguel. Vaciló la duquesa un instante.

, por cierto: la hay tanto en las Sagradas Escrituras como en los Estatutos de la ciudad. Los magistrados que no han hecho caso de ella, tendrán que culparse á propios, si sus esposas ó hijas se desvían del buen sendero. ¡El cielo se apiade de nosotros! buena dueña, exclamó un hombre ¿no hay por ventura más virtud en la mujer que la debida al temor de la horca? Nada peor podría decirse.

¡Qué susto me has dado! exclamó Susana abandonando la banqueta, ¿por qué entras así, como un ladrón?

¡Qué horror! exclamó la poetisa tapándose la cara con las manos. ¡Se va á tiznar! ¡Si al menos tuviera donde lavarse antes de presentarse á ella!... No importa que se tizne continuó el novelista. Yo pintaría á la dama muy hermosa, , pero con una contracción en el rostro que denotara sus feroces instintos.

Después de mirarse gravemente al espejo muchas veces y de procurar arreglarla tirando de ella hacia abajo, el tío Manolo soltó un terno y echó una mirada feroz a Miguel. En seguida, procurando refrenarse, sin poder conseguirlo, exclamó por lo bajo y sonriendo forzadamente: ¡A que no me visto hoy, Miguelito!

Excelentísimos señores exclamó el señor Tesorero en altas voces, reconozcamos en ese vasallo el dedo del Señor: ya ha llegado el día del triunfo de Su Majestad Imperial, y ha llegado ya al mismo tiempo un vasallo; todo ha llegado. Opino que en vista de esta novedad deliberemos. En cuanto a lo de deliberar dijo entonces el señor notario, recuerdo al señor presidente que esto es una Junta.

Por regla general, aparece una vez en cada generación dijo mi hermano. Y lo mismo pasa con la nariz. Rodolfo ha heredado ambas cosas. Que por cierto me gustan mucho dije levantándome y haciendo una reverencia ante el retrato de la condesa Amelia. Mi cuñada lanzó una exclamación de impaciencia. Quisiera que quitases de ahí ese retrato, Roberto dijo. ¡Pero, querida! exclamó mi hermano.