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Me han olvidado todos, porque si alguna voz amiga hubiera hecho vibrar mi nombre en medio del solemne perjurio... Pero me han olvidado todos y nadie le ha dicho : ¡Tiembla, Eulalia, Dios te ve! Me han olvidado todos y la traición se ha consumado. 28 de agosto.

Y, sin embargo, aun dando lo antedicho por evidente, ¿no se hubiera ajustado mejor al propósito de usted que Ignacio se hubiera enamorado fervorosamente de la señorita Eulalia antes de casarse con ella?

Esta aldea no está separada de aquella en que he visto a Eulalia más que por una colina en la que crecen diferentes árboles y atravesada por innúmeros senderos. Sea predilección, sea casualidad, mis solitarios ensueños me conducen siempre a una linda explanada tapizada de fresco musgo y sobre las que robustos arcos forman una bóveda sombría y rumorosa.

El cinismo de Eulalia que confiesa con orgullo su falta moviendo a Ignacio a castigarla brutalmente en un acceso de ira, da lugar a una escena bien trazada aunque de rudo naturalismo, el cual resalta más por la cuestión de ambiente, por la elegantísima mise en scène en que ocurre.

Para evitar su fascinadora influencia se acercaron a los señores que allí había, los cuales les saludaron con palmaditas en el rostro. Doña Martina, después de dar a Miguel un beso sonoro en la frente, les preguntó que dónde habían estado: contestó Miguel en voz alta, para que lo oyese Eulalia, que se habían pasado la tarde en el cuarto de Enrique y Carlos jugando con el mapa de rompe-cabezas.

Fray Domingo hizo señal de que no descubriría lo que se le dijese y fray Antonio continuó en voz misteriosa y baja: El duende que visita a doña Eulalia se ha franqueado conmigo y me lo ha explicado todo. Harto se comprende que sea yo estimado, querido y familiar entre los duendes, a quienes he defendido de las injurias y calumnias que propala contra ellos el vulgo ignorante.

Después la dobló, imprimió un ardiente beso sobre ella y la colocó sobre su corazón, al lado de una cinta que había pertenecido a Eulalia. En seguida escribió a Guillermo comunicándole su proyecto de retirarse al monasterio de Donnawert; después distribuyó su patrimonio entre algunas familias pobres de Salzburgo, porque él ya no tenía a nadie.

Y jamás girón de vapor emergido en un irisado claro de luna, podrá compararse al bucle más descuidado de la modesta Eulalia, podrá compararse al bucle más humilde y más descuidado de Eulalia, la de los brillantes ojos! La duda y la pena no me invaden jamás, ahora, porque su alma me entrega suspiro por suspiro.

Desde hacía algún tiempo la melancolía del señor Spronck aumentaba continuamente; había oído hablar de Carlos Munster antes de la boda; le creía muerto cuando se casó con Eulalia, y al saber su regreso, presintió todo lo que los infortunados amantes tendrían que sufrir.

« Hágase la voluntad de Dios ha seguido Eulalia , pero que El no permita que pueda usted condenarme sin oírme. ¡Si usted supiera lo que he sufrido yo! ¿Me vio usted cuando con los ojos llenos de lágrimas espiaba sus últimos pasos cuando usted marchó al destierro? ¿Presenció usted las largas veladas que pasé ocupada en gemir y en pensar en usted? ¿Me vio usted, en fin ¡y por qué no moriría aquel día!