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Esta pasión era el amor al despotismo, el odio á toda tolerancia, á toda libertad; era un realista furibundo, atroz, y su fanatismo llegaba hasta hacerle capaz de la mayor abnegación, del sacrificio, del martirio. Su carácter era apasionado por naturaleza, aunque los asiduos estudios le habían comprimido y desfigurado.

Ya he indicado lo que pensaba de su utilidad. Para inventar sirven poco ó nada; para exponer mucho; y en general, el acostumbrarse á ellos por algun tiempo, deja en el entendimiento una claridad y precision que no se pierden fácilmente, y se hacen sentir en todos los estudios.

Andrés se encargó de allanar el camino. El desinteresado servidor me propuso que volviera yo a la Capital para continuar los estudios. Sacrificaré me repitió ¡hasta el último medio! Eso no era posible. Convinimos en que hablaría con algunas personas de las más ricas de Villaverde, particularmente al señor Castro Pérez, para que me proporcionaran empleo.

El, antes de retirarse al lugar después de la muerte de su padre para cuidar de la hacienda y hacer vida de labriego, desengañado y harto del estruendo de las grandes ciudades y de sus pompas vanas, había pasado mucho tiempo en Madrid, en cuya Universidad había hecho sus estudios, y hasta había viajado algo por Francia, Italia e Inglaterra.

Desde su regreso á Europa, le asaltaba con frecuencia el recuerdo de Federico y de su mujer, por la razón de haber vivido con ellos durante su última permanencia en París y haber emprendido juntos de aquí el viaje á América. Además, este ingeniero pobre que iba á visitar evocaba en su memoria al otro compañero de estudios.

Estaba terminando sus estudios en el Colegio Militar de Toledo, cuando la revolución de 1868 le hizo desistir de ser oficial por no obedecer á unos generales que acababan de suprimir el trono.

El millonario movió melancólicamente la cabeza. ; poseía todo lo que da la felicidad aparentemente; por esto á nadie comunicaba su tristeza, para que no le creyesen loco. Únicamente á su primo, que conocía por sus estudios las rarezas de la vida, se atrevía á hablarle.

Ya había tenido ocasión de conocer a más de una de esas eslavas de alma misteriosa, de esas jóvenes que en la flor de la edad, tras de estudios más que severos, persiguen con férreo corazón un trágico ideal, y por él, para asegurar su triunfo, no solamente sabían desafiar y vencer toda clase de resistencias y obstáculos, sino también sacrificar la vida.

No tenía madre, y había venido a Europa para completar los estudios hechos en Australia.

Pensadores como López, como Ibarra, como Facundo, ¿eran los que con sus estudios históricos, sociales, geográficos, filosóficos, legales, iban a resolver el problema de la conveniente organización de un Estado? ¡Eh!... Dejemos esas torpezas a don Juan Manuel Rosas, que sabe que, clavando a los hombres un trapo colorado en el pecho, las cuestiones están resueltas.