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» Ya para qué te ha llamado: para decirte lo mismo que le dijo ayer a papá a quien vio en palacio: que debías partir en seguida. » ¡Magdalena! ¡amada mía! exclamé. ¡Te juro que estoy dispuesto a renunciar a esta comisión y aun a mi propia carrera, si es preciso, antes que abandonarte! » ¿Qué dices, Amaury? replicó Magdalena, con viveza. ¡Eso es una locura!

Quería yo decir repuso ella algo a rastras , que si esa venida no fuera más que... venir por venir... vamos, una venida como otra cualquiera... Ya estoy observó don Alejandro rascándose la coronilla con un dedo . Pero eso es volver adonde estábamos antes... Lo que yo necesito es que me expliques el algo especialísimo que trae consigo esa venida.

¡Bueno, amigo!... ¡Me alegro!... ¡Estoy salvado!... Figúrese que necesito trescientos pesos por cuatro o cinco días para un compromiso, y un usurero a quien le llevé la prenda me dijo que ésta no era buena y que por ello, si me daba los pesos por cinco días, me cobraría cincuenta de interés. ¡Qué bárbaro! dice el almacenero, escandalizado, pero brillándole los ojos.

, que tal es el lado flaco de todas las mujeres, me dijo el cura con su bondadosa sonrisa; pero no es bueno abusar, Reina. Por otra parte el trato social te enseñará a equilibrar tus sentimientos, sin contar con que tu tío te sabrá guiar bien. ¡Qué cosa hermosa debe ser la sociedad, señor cura! Estoy cierta de que agradaré, siendo tan linda...

, lo quiero... Pero ahora estoy muy nerviosa... Deseo quedarme sola... Mañana será otro día, y te prometo ser tuya... Ahí tienes mi mano... Vete a dormir, Álvaro... Hasta mañana. Montesinos buscó en la oscuridad aquella pequeña y hermosa mano, que tan bien conocía, y la apretó contra sus labios perdidamente, la devoró a besos. Joaquina la abandonó en su poder, esperando que al cabo se marcharía.

Pongamos que estoy demasiado bronceado para ella, y no hablemos más del asunto. Pues no eres poco difícil... ¿No hay nada más? preguntó la tía Liette muy divertida. Como pasos oficiales, no hay más, y ya es bastante... Pero he recibido otras dos visitas, la una muy simpática... y la otra un poco menos. ¿Cuáles? Eso, joven, es el secreto profesional. Busca y encontrarás. ¿Quién puede quererte bien?

Al expirar el plazo, cuyo término caía en lunes, don Juan recibió respuesta con estas palabras, de mano de Cristeta: «Estoy malucha, y además no puedo ni debo aceptar eso que propones; el domingo que biene toma un palco alto, para por la tarde, en cualquier teatro, y enbiamelo: de otro modo, nada. ¡Qué semana!

AZUCENA. no podrás socorrerme; vendrán muchos contra ti, y tus fuerzas se agotarán; pero no temas por , yo estoy libre de su furor. MANRIQUE. ¿Vos? AZUCENA. ; los tiranos no mandan sobre el sepulcro, ni el verdugo puede martirizar una carne que no siente. Acércate... Mira esta frente pálida; ¿no está pintada en ella la muerte? MANRIQUE. ¿Qué decís?

Al apartarse, la embriaguez había desaparecido por completo. Dirigió una mirada vaga, extraviada, al indiano. Pero esta mirada adquirió súbito expresión de espanto, se fijó en él como en un animal extraño que la viniese a acometer. ¿Qué hace usted aquí?... ¡Ah, ! exclamó llevándose la mano a la frente. ¡Dios mío! ¿Qué me pasa? ¿Estoy soñando?...

¡Y me oirá! ¡si yo estoy con Dios... así!... repuso sonriendo al cerrar la mano con un enérgico gesto, y agregó: ¡Bueno, adiós! que tenemos los minutos contados; adiós... «mamita», adiós, Sofía; adiós, Carmencita; ¡hasta pronto, señor! dirigiéndose al viejo Fraga que salía del escritorio guardando el pañuelo entre el chaleco y su cuerpo, acaso porque no encontraba el bolsillo de su saco...