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Sin embargo, estas ideas llenaban la mente de Ester con sentimientos de temor más bien que de esperanza. Sabía que su acción había sido mala, y por lo tanto no podía creer que sus resultados fueran buenos. Con creciente sobresalto contemplaba el desarrollo de la criatura, temiendo siempre descubrir alguna peculiaridad sombría y extraña, que guardara correspondencia con la culpa á que debió el ser.

lo , respondió Perla fijando su inteligente mirada en el rostro de la madre, por la misma causa que el ministro se lleva la mano al corazón. ¿Y cuál es esa causa? preguntó Ester medio sonriéndose al principio con la absurda respuesta de la niña, pero palideciendo un momento después. ¿Qué tiene que ver la letra con ningún corazón, excepto el mío?

Aquí, vista solamente por los ojos del ministro, la letra escarlata no ardía en el seno de la mujer caída. Aquí, visto solamente por los ojos de Ester, el ministro Dimmesdale, falso ante Dios y falso para con los hombres, podía ser sincero un breve momento. Dimmesdale se sobresaltó á la idea de un pensamiento que se le ocurrió súbitamente. ¡Ester! exclamó ¡he aquí un nuevo horror!

Abridle paso, y os prometo que Madama Ester se sentará donde todo el mundo, hombre, mujer ó niño, podrá contemplar perfectamente y á su sabor el hermoso adorno desde ahora hasta la una de la tarde. El cielo bendiga la justa Colonia de Massachusetts, donde la iniquidad se obligada á comparecer ante la luz del sol. Venid acá Madama Ester, y mostrad vuestra letra escarlata en la plaza del mercado.

Su madre, con la letra escarlata en el pecho, brillando con su fantástico bordado, era ahora una figura muy conocida en la población; y como no se mezclaba en los asuntos públicos ó privados de nadie, en nada ni para nada, se había ido formando una especie de consideración general hacia Ester.

Muy temprano, en la mañana del día en que el nuevo Gobernador había de ser elegido por el pueblo, fueron Ester y Perla á la plaza del mercado, que ya estaba llena de artesanos y otros plebeyos habitantes de la ciudad en número considerable.

Sin embargo, Ester no confiaba mucho en aquel exceso de ternura, que pasaba con tanta rapidez como se había presentado. Pensando en todas estas cosas, la madre se encontraba en la posición de una persona que ha evocado un espíritu, como se lee en las historias fantásticas, pero que ignora la palabra mágica con que debe mantener bajo sus órdenes y dominar aquel poder misterioso.

Probablemente jamás se había visto á mismo como se veía ahora. ¿No lo has torturado ya bastante? le preguntó Ester notando la expresión del rostro del anciano. ¿No te ha pagado todo con usura? ¡No! ¡no!

Ciertamente que , respondió el siervo, contemplando con tamaños ojos la letra escarlata, pues habiendo llegado recientemente al país, no la había visto todavía. , Su Señoría está en casa; pero con él hay un par de piadosos ministros, y al mismo tiempo un médico: no creo que podáis verle ahora. Entraré, sin embargo, replicó Ester.

Ester le dirigió una mirada llena de la luz de una nueva alegría. Tienes que conocer á Perla, le dijo, ¡nuestra Perlita! la has visto, , yo lo , pero la verás ahora con otros ojos. Es una niña singular. Apenas la comprendo. Pero la amarás tiernamente, como yo, y me aconsejarás acerca del modo de manejarla.