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El goce libre y frecuente de estas fiestas y otras semejantes, me enseñó bien pronto que, o no había en el mundo naturalezas de acero para salir sin mella de los combates más rudos, o a me había tocado en suerte una de las mejor templadas.

En estas personas es en las que el café, aun antes que ignacia, es eficaz para curar las afecciones muy dolorosas y espasmódicas, y un poderoso recurso para devolver al cerebro la accion súbitamente deprimida por un acceso de alegría y una fuerte emocion de placer.

Estas causas son: en primer lugar, la altura meridiana á que el Sol se eleva sobre el horizonte; en segundo lugar, la duración del día, esto es, del tiempo que el astro tarda en recorrer su arco diurno.

Pero como vieron que los Reyes dieron con suma liberalidad y grandeza lo que lícitamente pudieron á los mas señalados Capitanes, atribuyeron solo á su desdicha, y á la virtud, y valor incomparable de los que fueron preferidos, el hallarse inferiores. Estas fueron las causas que movían los ánimos en comun para tratar de engrandecer en nuevas empresas y conquistas.

Los hombres lo empequeñecen todo. Desdichadas las almas que siendo hermanas de lo infinito, tienen que entroncarse a la fuerza con estas miserias del planeta llamadas cantidad, relación, gravedad. Verdaderamente, ¿qué cosa más contraria a lo infinito y a lo ideal que aquellos nefandos papeles? «Esta es del Monte murmuró Isidora con el corazón oprimido . Esta... ¿a ver?.... es la de mi calabrote.

Escudero, hombre exactísimo, metódico, ordenado, manifestó que en ese caso él daría a su hija otro tanto. Pero estas cantidades no bastaban para que el joven matrimonio viviese con arreglo a su rango. Se trabajó con empeño para que el suegro aumentase la renta; hubo en la casa reyertas, desmayos, lágrimas en abundancia.

Sus recuerdos de genovés no van más allá de la colonia genovesa establecida en Portugal... A me inspiran poca confianza las afirmaciones del Almirante en lo de su nacionalidad... y en otras muchas cosas. Ojeda acogió estas palabras con un gesto de asombro.

Es una curiosidad sorprendente para el extranjero, recorrer estas calles de diez á once de la mañana y de cinco á seis de la tarde, ir mirando á derecha é izquierda, y ver la mesa interminable á que asiste una poblacion de millon y medio de almas.

Aquella misma tarde Andrés subió de nuevo a un coche del ferrocarril minero, pernoctó en la capital de la provincia, y con veinticuatro horas más de viaje se plantó en Madrid. ¡Qué gordo! ¡qué moreno! ¡qué cambiado está usted, amigo Heredia! ¿Dónde se ha puesto usted de esa manera? Por donde quiera que iba, llegado a la corte, escuchaba estas o semejantes exclamaciones.

Aunque calienta un poco el sol, ya estamos acostumbrados á sufrirlo... ¿no es verdad, D. Primitivo?... Además, cuando las cosas se hacen con gusto... ¿eh? ¿eh? Y reía bienaventuradamente D. Marcelino, y reía el conde, y reía D. Primitivo, y reía el cura, y hasta se reía el señorito Octavio. De todos modos, lo agradezco en el alma, señores. ¿Y qué tal, qué tal por estas tierras? Perfectamente.