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Tenían que ataviarse y estar prontas antes del , que se tomaría temprano, y que debía animarles para el baile. Cuando la señorita Nancy entró, hubo por toda la casa un murmullo de voces, que se confundió con el ruido de un violín que estaba preludiando en la cocina. Pero la llegada de los Lammeter tenía evidentemente tan preocupadas a las gentes, que se asomaron a la ventana para verles llegar.

Claro está que el Gobierno español debe estar prevenido para todo evento, sin que ninguno por peligroso que sea, le sorprenda ó le asuste; pero, al mismo tiempo, nos atrevemos á recomendarle placidez y calma. Aun suponiendo al Sr.

Los hechos que poseemos de este medicamento tienen el doble inconveniente de ser incompletos y de estar basados en datos rutinarios.

No basta saber que podemos estar seguros de la existencia de la extension, es preciso investigar si ella es en realidad tal cual nos la presentan los sentidos; y lo que digo de la extension puede aplicarse á las demás propiedades de los cuerpos.

El interrogado que por otra parte, parecía estar deseando que se le hiciera semejante pregunta, llevó la diestra al bolsillo interior de su levita; después á uno de los del chaleco; ocultó entre sus dedos una moneda, y sonriendo con expresión de triunfo, exclamó, alzando progresivamente la voz: Aquí está la carta ... y aquí esto...; ¿lo ven bien?

Oír el agua que azota los cristales allá fuera, y estar compadeciéndose de un pobre niño perdido en los hielos... ¡qué delicia para un alma tierna, a su modo, como la de la señora Marquesa!

Cuénteme usted lo que ha pasado en el Nepomuceno dijo mi amo con el mayor interés . Aún me cuesta trabajo creer que ha muerto Churruca, y a pesar de que todos lo dan como cosa cierta, yo tengo la creencia de que aquel hombre divino ha de estar vivo en alguna parte». Malespina dijo que desgraciadamente él había presenciado la muerte de Churruca, y prometió contarlo puntualmente.

¿Qué pide? preguntó. ¿Qué ha de pedir? respondió el marqués festivamente . ¡El vino, hombre! ¡El vaso de tostado! ¡Mama! exclamó el abad. Antes de que Julián se resolviese a dar al niño su vaso casi lleno, el marqués había aupado al mocoso, que sería realmente una preciosidad a no estar tan sucio.

Y levántese vuestra merced agora para recebir a don Gregorio, que me parece que anda la gente alborotada, y ya debe de estar en casa.

Usted, señora mía, tomará lo que le den... Vamos, Feli, págale a esta buena mujer, ya que eres el ama del dinero.... ¡Pues poco bonita que va a estar mi nena cuando meta en estas envolturas de colores sus pantorrillas de diosa!... Se alejaron del corro, llevando ella el regalo en un paquete.