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Los coches de plaza, regidos desde el último mes de agosto por una nueva tarifa, ofrecen tambien en su bien entendido servicio cuantas comodidades pueden apetecerse: su número es grande, sus estaciones se reparten por toda la capital; así es que el viajero encuentra tan luego como lo desea un carruaje á su servicio.

Miraban de lejos aquella ciudad a la que no habían podido descender, como miran los presos en conducción paisajes y estaciones por las aberturas de un vehículo celular. Lo único que conocían de esta tierra eran las frutas que unos vendedores negros les arrojaban desde el muelle.

Por fuerza algún incidente desagradable, imprevisto, había ocurrido al Miranda incógnito, cuyo destino, por singular caso, influía así en el suyo de cuarenta y ocho horas acá. Voy dijo a telegrafiar a todas partes, a las principales estaciones de la línea, a Alsasua, a.... ¿quiere usted que telegrafíe a León, a su padre de usted?

Mayor es aún el número de personajes de esta especie en el Auto de los triunfos de Petrarca á lo divino. Alternan en su diálogo la Razón, la Sensibilidad, el Amor, David, Adán, Sansón, Salomón, la Castidad, Cuatro doncellas, la Muerte, Abraham, Absalón, Alejandro, Hércules, los cuatro Evangelistas, las cuatro Estaciones del año, Jesucristo, etc.

1054 Y como cualquier otro el porqué retumba el trueno; por qué son las estaciones del verano y del invierno; también de donde salen las aguas que cain del cielo. 1055 Yo lo gue hay en la tierra en llegando al mesmo centro; en dónde se encuentra el oro, en dónde se encuentra el Fierro y en dónde viven bramando loe volcanes que echan juego.

Algunos días no obstante, a la puesta del sol, un soplo de aire tibio llegaba de la parte de tierra, que advertía deliciosamente a los pacíficos habitantes de Nieva de la presencia en aquel partido judicial de la más amable y coqueta de las estaciones.

Por la memoria excitada del Magistral pasaron todas las estaciones de aquel día de Pasión. Mientras bebía el vaso de agua, y se limpiaba los labios pálidos y estrechos, sentía pasar las emociones de aquel día por su cerebro, como un amargor de purga.

Si los sevillanos eran en lo antiguo dados al baño, no lo eran menos al hielo, del cual se hacía un extraordinario consumo en la ciudad, que poseía en Constantina gran número de pozos de nieve, suficientes para atender al consumo público, y á más de esto no faltaban asentistas que por su cuenta traían el hielo de otros puntos y que realizaban, por lo general, un buen negocio, como se desprende de las noticias que he recogido respecto á un tal Esteban Monparler, una Teresa Vilches y un Francisco Candor, que surtieron á Sevilla por largos años del siglo XVII y XVIII de hielo en las estaciones veraniegas.

Ni hubo vara de mimbre, ni ella entró más en costura que cuando estaba soltera; pero en cambio, Pepe Güeto se reía como un loco, sobre todo con los chistes de su mujer, que le hacían mucha gracia, y con sus risas que tenían para él mucho de agradablemente contagioso. Para doña Luz pasaron entre tanto los meses, sin otra novedad que el cambio alternado y regular de las estaciones.

Las necesidades de la guerra se hacían sentir desde el primer momento, absorbiendo todos los medios de comunicación. El tren quedaba inmóvil horas enteras para dejar paso á otros trenes cargados de hombres y de material militar. En todas las estaciones había soldados en traje de campaña, banderas, muchedumbres que vitoreaban.