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Explicación de la desigual duración de los días y de las noches.= Veamos ahora cómo se explican estas variaciones de duración de los días y de las noches y porqué dan origen al fenómeno de las estaciones de la Tierra. Partamos del equinoccio de marzo y sigamos al Sol en su carrera diurna por el hemisferio norte.

Su figura se aproximaba a las sillas de posta antiguas, que todavía hacen el servicio del correo en Madrid desde la Central a las Estaciones. Lo llamaban la Góndola y el Familiar y con otros apodos. Al Magistral se le hizo un poco de sitio, entre Ripamilán y Anita, con palabra solemne de dejarle en el Espolón, donde él tenía que buscar a cierta persona. Le secuestramos había dicho Obdulia....

Se arrimó nuevamente entonces el viajero a los helados cristales, y se quedó así, inmóvil, meditabundo. El tren seguía su marcha retemblando, acelerándose y cuneando a veces, deteniéndose un minuto solo en las estaciones, cuyo nombre cantaba la voz gutural y melancólica de los empleados.

Me habían dicho que en esta parte del mundo todos los emigrantes cambian de oficio, como las culebras cambian de piel al modificarse el ambiente con el curso de las estaciones. Eso será verdad tratándose de los demás; ¡pero los que nacimos siervos de la pluma!...

Sinembargo, la rapidez del tren no permite apreciar bien los objetos, salvo en las numerosas estaciones cerca de las ciudades y las villas que demoran sobre el trayecto.

Yo no duermo nada si no llevo mis almohadas. A Agustín no hay quien le quite de la cabeza el llevar una jofaina para lavarse dos o tres veces en el camino. Mi maletita-tocador no se puede quedar atrás, porque no me gusta llegar a las estaciones hecha una facha.

Cuando algún empleado les daba caza en las estaciones, corrían de vagón en vagón o intentaban escalar los techos para esperar agazapados a que el tren se pusiera en marcha. Muchas veces les sorprendieron, y agarrándolos de las orejas, con acompañamiento de bofetadas y puntapiés, quedaban en el andén de una estación solitaria, mientras el tren se alejaba como una esperanza perdida.

El aire cambia según las estaciones, y á veces con harta crueldad. El agua, la fría lluvia cae despiadadamente días y noches enteros, penetra nuestro cuerpo, nos constipa, en ocasiones hiela nuestros cabellos y nos asedia calenturientos con las agudas puntas de sus cristales.

El Consuelo. La Iglesia. La Ley natural y la escrita. El Judaismo ó la Sinagoga. El Alcorán ó el Mahometismo. La Herejía y la Apostasía. El Ateismo. Los siete Sacramentos. El Mundo. Las cuatro partes del mundo. La Naturaleza. La Luz, casi siempre como símbolo de la Gracia. La Obscuridad. El Sueño y la Ilusión que produce. La Muerte. El Tiempo. Las estaciones y las horas.

Todos los que pasaron el otoño de 1894 en las orillas del lago de Ginebra, recuerdan sin duda todavía el trágico suceso de Ouchy, que produjo tanta impresión y proporcionó tan abundante alimento a la curiosidad, no sólo de las colonias de gente en vacaciones esparcidas en todas las estaciones del lago, sino también del gran público cosmopolita, al que los diarios lo refirieron.