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15 Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué pues, les hará el señor de la viña? 16 Vendrá, y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. 17 Pero él mirándolos, dice: ¿Qué pues es lo que está escrito: La piedra que condenaron los edificadores, ésta fue por cabeza de esquina?

La alarma aumentaba con el ruido de los carruajes que comenzaban a remolinear en la esquina del Club del Progreso, lo que les indicaba que el baile allí tocaba a su término, que de un momento a otro, Blanca llegaría a su casa y encontraría a Graciana disfrazada con su dominó.

Al volver la esquina de la escuela, dio con el quídam borracho, a la sazón completamente sereno, corrido a más no poder y con cara suplicante y cariñosa.

26 Y nadie tomará de ti piedra para esquina, ni piedra para cimiento; porque perpetuos asolamientos serás, dijo el SE

Pues eso quiere decir que por todas partes se va á Roma, y que cuando una deja la costura al medio día, de la hora que le queda para comer aprovecha la mitad para ver gente y tomar un poco el aire. Y ¡qué bonita era aquella amiga que la detuvo á usted esta mañana en la esquina del Puente!...; pero no es tan elegante como usted. ¿Una morena? Aquélla no es amiga; es costudera de sastre.

Se imaginó ver unas cabezas que le atisbaban asomadas a una esquina del corredor y que de pronto se ocultaron. Pero ya no podía retroceder, y siguió adelante, mirando los números de los camarotes. La puerta estaba entreabierta, y antes de que él llegase se marcó en su estrecho rectángulo de luz la arrogante figura de Nélida.

No hallaban á su paso más alumbrado que el muy escaso de tal cual farol de aceite colgado en una esquina ó á la entrada de las casas principales de la ciudad; pero ni la semiobscuridad ni la lluvia impedían que las calles siguiesen casi tan concurridas como en pleno día. Los transeuntes pertenecían á todas las clases de aquella rica y por entonces bélica ciudad.

Mírate en este espejo». Y le enseñó su doble fila de dientes, muy bien conservados para su edad. Isidora se aburría un poco. Mirando con tristeza a la calle, preguntó: «¿En dónde está trabajando Mariano? Yo quiero verle. Si la vecina no tiene que hacer y quiere guardarme la tienda, iremos allá. No es a la vuelta de la esquina; pero yo ando más que un molino de viento... ¡Señá Agustina!...».

Al cabo de media hora, al volver por allí le preguntó: ¿Has tenido miedo, Martín? ¿Miedo de qué? ¡Arrayua! Así hay que ser decía Tellagorri . Hay que estar firmes, siempre firmes. La posada de Arcale estaba en la calle del castillo y hacía esquina al callejón Oquerra.

Ha de exhortarse á Tirso seriamente que continúe siempre escribiendo, y convencerlo de que, si bien un libelo ó pasquín puede adornar una esquina, no aumenta la merecida fama de un hombre tan ilustrado, tan ingenioso y de tanto talento.