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Se sorprendió al oir un quejido, un sollozo... Luego se dió cuenta de que era él mismo el que acompañaba sus reflexiones con un hipo de dolor. La esposa estaba á sus pies.

Este es Juan de quien tanto os he hablado, a quien acabo de encontrar en la calle a punto de morirse helado entre la nieve... ¡Vamos, vestíos pronto! La noble familia de Santiago vino inmediatamente a abrazar al pobre ciego. La voz de la esposa era dulce y armoniosa: Juan creía escuchar la de la Virgen: notó que lloraba cuando su marido relató de qué modo le había encontrado.

Vuelvo al momentito, rico... Estos momentitos me cargan dijo él nadando en las sábanas como si fueran olas. Toda la mañana tuvo Fortunata el pensamiento fijo en la casa vecina. Mientras almorzaba sola, miraba por la ventana del patio, pero no vio a nadie. Parecía vivienda deshabitada. Siempre que pasaba por la sala echaba la esposa de Rubín miradas furtivas a la calle. Ni un alma.

Rato hacía que Roger contemplaba con interés y no sin alguna alarma el rostro de la noble esposa de Duguesclín, que hundida en su sillón parecía últimamente ajena á cuanto en torno suyo se decía, brillantes los ojos, fija la mirada y empalidecidas las mejillas. Notó Roger que Duguesclín observaba también á su esposa, inquieto y trémulo. ¿Qué tenéis, esposa mía? le preguntó.

De repente, al dejar Don Juan sola á su esposa, entra en la habitación un hombre vestido de marinero: es Don Alvaro, que, no pudiendo resistir á su antiguo amor, se ha encaminado con este disfraz á Barcelona; con nuevas súplicas atormenta el corazón de Serafina, pero ella le representa con tanta energía y elocuencia lo insensato y lo vano de sus deseos, que él resuelve, por su parte, luchar con su amor, y no turbar más, en adelante, la tranquilidad de su amada.

Salud inmejorable, una esposa modelo, hijos robustos, fama de sabio; hasta una cabeza privilegiada que no se marea con cien vasos de sidra! exclamaba el médico D. Nicolás, cuya envidia disimulada brotaba groseramente en estas ocasiones.

Ama a otro hombre y ya es su esposaNo hay expresión que pueda dar idea de la amargura de mi corazón al repetir los detalles que ya conoces. Me parecía que no pronunciaba una palabra en la cual no estuviese escrita mi sentencia, y hubiera deseado que mi pecho se rompiese para evitarme el horror de la humillante revelación.

El viejo se excusó, diciendo: Señor, perdóneme Vd. Soy muy pobre y vengo a buscar leña para mantener a mi mujer y a mi hija. 10 ¿Y es hermosa tu hija? dijo el negro. ¡Oh! , señor dijo el viejo; y mucho. Pues bien le dijo el negro, yo te perdono la vida si me das tu hija por esposa; y si no, morirás. Dentro de ocho días te presentarás aquí con la contestación.

A cierta edad, una habitación es un mundo, y el objeto más insignificante es un recuerdo querido que llega a formar parte de nuestro mismo ser. He encargado a Juanita, la esposa de nuestro mayordomo, que la visite y la sirva siempre que se le ofrezca.

Chica, murmuró al oido de su vecina la que llamó fantoche á don Timoteo, ¿has visto qué falda? ¡Uy! ¡las cortinas del Palacio! ¡Calla! ¡y es verdad! Pues se llevan todo. ¡Verás como se hace un abrigo con las alfombras! ¡Eso no prueba más sino que tiene ingenio y gusto! observó el marido, reprendiendo á su esposa con una mirada; ¡las mujeres deben ser económicas!