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Junto á la cabecera de la cama, sobre un libro de oraciones olvidado por su esposa, vió un medallón con otra fotografía. Esta no era de la casa. El conde, que había seguido la dirección de sus ojos, quiso mostrársela. Temblaron las manos del guerrero... Su altivez desdeñosa é irónica desapareció de golpe.

El equipo de la compañía requirió algunas semanas y Roger y sus amigos llevaban dos meses en el castillo cuando el barón anunció á su esposa que todo estaba pronto para la marcha. Aquellos dos meses transformaron por completo el porvenir de Roger, despertaron en él un sentimiento desconocido y le hicieron más grata la vida.

Más famosa que él fué su esposa María de Córdoba y de la Vega, celebrada por los poetas más distinguidos de su tiempo bajo el nombre de Amarilis, y calificada en el reinado de Felipe III y á principios del de Felipe IV como la primera actriz de España, tan notable en declamar comedias como en cantar, bailar y tocar .

¿Pues qué duda tiene? respondía la otra maquinalmente, dejando a su idea revolotear por el techo. Yo pienso mucho en esto, y me entregaría desde luego a la vida interior, si no fuera porque está uno atado a un carro de afectos, del cual hay que tirar. ¡Ay, Dios mío, la que me espera mañana! pensó la esposa.

Hablaba indignada de él á su marido. ¡Dejar así á la pobre Antonieta, que era un ángel, un modelo de virtud y devoción como todas las mujeres de la familia!... Fué preciso que Sánchez Morueta, con su grave autoridad que no admitía réplicas, manifestase su propósito de seguir recibiendo á Aresti en su casa, para que la esposa se contuviera ante el doctor.

Su esposa se enfadaba y amenazaba con tirar las retortas al patio. La única que le ayudaba algo era Presentación. Pero esto es por interés dijo tristemente, porque me necesita para llevarla a paseo. En cuanto se case me abandonará. En efecto, el amor había hecho presa al fin en el corazón de la hija menor del naturalista.

Los ímpetus salvajes, las convulsiones violentas, volvieron entonces a asaltarlo; pero ¡cosa extraña! no se apoderaron inmediatamente de su alma, cuya capacidad sentimental pudo probarse y medirse por esto; que supo refrenarse y se resignó a la idea de que su esposa del corazón estaba en brazos de otro.

Me pregunto con inquietud si puedo ser la esposa de un hombre a quien acusan de haber cometido un crimen. ¡Cómo! ¿qué decís? exclamó el intendente palideciendo . ¿Un crimen? ¿Y os referís a ? ¡Chito! ¡chito! dejadme proseguir.

En ella, el marqués de Villamelón, de acuerdo con su esposa, pedía para esta, por medio del ministro de Ultramar, el puesto de camarera mayor de la reina, con las dos condiciones indicadas antes por Martínez: la Secretaría particular de don Amadeo para Juanito Velarde y los seis mil duros de sueldo para la dama misma.

Pero allí estaba Cuadros, infatuado por la buena suerte, orgulloso, tanto él como su esposa, de que la señora del antiguo principal accediese a admitir a Andresito en su familia; estos dos amigos, seguramente que al verla en un apuro eran capaces de darla la sangre de sus venas.