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Desde que empezó la funesta guerra de Cuba hasta el día de hoy, en medio de los enormes disgustos y cuidados que nos afligen, algo hay que celebrar, sirviéndonos de consuelo y dándonos esperanza de un éxito dichoso.

Los cabellos se me erizaban, la carne me temblaba, sentia la sangre helada y la respiracion difícil, y algo como un sudor frio, como un vértigo de horror, me hizo, despues de dos horas de exámen la primera vez, decirle al amigo bondadoso que me guiaba: «¡Salgamos, salgamos de aquí, porque en esta cloaca se siente la tentacion de blasfemar, se pierde la esperanza, la vida se esconde bajo el fango y se adquiere una idea de la degradacion humana que abruma y trastorna la razón....» Muchas de aquellas callejuelas se hallaban, aún á medio dia, en una oscuridad casi completa, producida por la estrechez de las casas y la elevacion de los muros; y muchos de los patios, los vericuetos y las encrucijadas de aquel cementerio de cadáveres ambulantes, tenian el frio, la fetidez y todo el aspecto de una fosa de cien cuerpos removida por los cerdos.... Donde quiera la oscuridad, cien agujeros sombríos, la humedad glacial, el fango pútrido, los muros negros y medrosos, los depósitos de inmundicias, los harapos enmohecidos por la mugre flotando delante de las troneras irregulares habilitadas con el carácter de puertas y ventanas.... Y al pié de cada uno de esos edificios cubiertos de ollín y de lama húmeda, una tumba subterránea!

¡Cómo latía el corazón, en la esperanza de que fuera la moza de su simpatía la que le tocara a uno en aquel reparto de beldades, que duraría lo que durase la pieza! ¿Conmover al bastonero con una súplica? ¡Pero si eso era un sueño irrealizable!

Se acordaba de su Jáuregui y de las cosas oportunas y sapientísimas que este decía sobre todo desgraciado que se metía con curas, pues era lo mismo que acostarse con niños. «Y no aprenderá pensaba doña Lupe ; todavía es capaz de volver a las andadas, y de ir allá a quitarle motas al zángano de Carlos Siete. ii Durmiose Maxi aquella noche arrullado por la esperanza.

Pero, por parecerme que alguno no puede perseverar en el intento amoroso luengo tiempo, si no es sustentado de alguna esperanza, quiero atribuirme a la culpa de tu impertinencia, pues, sin duda, algún descuido mío ha sustentado tanto tiempo tu cuidado; y así, quiero castigarme y darme la pena que tu culpa merece.

¡Que tengas buena suerte! Y contempló con ojos amorosos el carruaje que se alejaba seguido de un grupo de pilluelos, embelesados en la contemplación envidiosa de los oropeles de los lidiadores. Al quedar sola, la pobre mujer subió a su cuarto, encendiendo luces ante una imagen de la Virgen de la Esperanza. El Nacional iba en el coche, cejijunto y sombrío, al lado de su maestro.

Encontré algunas personas y me reconocieron; pero me miraban con mucho recelo, como si fuera a quitarles algo. Me pasó lo mismo. Entonces conocí cuán triste es no tener a nadie en el mundo a quien confiar una pena del corazón, una alegría, una esperanza. Yo también. Y entonces me sentí viejo, muy viejo. Lo mismo yo.

De pronto, en medio de su tristeza, el mismo motivo musical se reavivaba, con la gracia de un hermoso niño que despierta olvidado de la causa que acababa de adormirle llorando; y volvía a su encanto de las primeras notas, ágiles, ligeras, para luego agitar de nuevo en el ritmo sus alas de esperanza. Y otra vez el alma de la idea lírica ascendía cantando, como una alondra.

En uno de los altares de su iglesia se veneraba la imágen de Nuestra Señora de la Esperanza hallada entre las ruinas del famoso y antiguo monasterio Armilatense. El arco de la portería de este convento estaba sostenido por dos columnas de jaspe blanco que segun tradicion fueron sacadas de las mismas ruinas. Y siguen otros de no poca importancia fundados en los siglos XVI y XVII.

Dios se la quitó de delante con una enfermedad, en que arrepentida de sus culpas y deshaciéndose en lágrimas de contricción y arrepentimiento, sin permitir que jamás entrase su galán en su Rancho, pasó con grande esperanza de su salvación á la otra vida; con que ella difunta, volvió él á su Reducción, donde comenzó nuevas obras y entabló nueva vida, que prosiguió con tanto contento y gozo de su espíritu, que jamás en adelante volvió á los torpes y brutales gustos de la carne.