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En el espacio de quince o veinte días le quitaba por un lado toda esperanza de amor, y dábale por otros tres gollerías o momios pecuniarios a cuál más valioso.

Deseoso de pasar inadvertido, subió á los pisos superiores con la esperanza de encontrar un asiento en las galerías que daban al patio, y estaban ocupadas esta mañana por las esposas y las hijas de todos los personajes de la República.

Esperanza la secundó, riendo ambas de tan buena gana que concluyeron por llamar la atención de la tertulia, sobre todo de la marquesa, que volvió a dirigir a su hija una mirada severísima. Entraba en aquel momento una señora que representaba cuarenta años; el rostro, hermoso aún, pintado, con señales impresas más que de los años, de una vida agitada y galante.

Suponiendo que el telegrama fuese realmente de miss Dodson, ¿no podía ser una venganza de mujer despechada y celosa?... Raúl había podido ser amable, demasiado amable, coquetear con ella, turbar la imaginación de la pobre muchacha y hacerle acariciar una loca esperanza... De esto a admitir aquella monstruosa acusación... Con todo, los términos eran precisos y formales...

¿Tendría tal vez, como a muchas acontece, idea exagerada de sus propios encantos y esperanza de fundar en ellos un matrimonio más ventajoso?

¡Oh! : para vivir, yo necesito lucha, esperanza, amor.

En algún rincón oculto debía estar el fumadero. ¡Un hombre como ! continuó ella . ¡Un navegante!... ¡Y yo que me había hecho la ilusión de que fumaríamos juntos! Hasta dió á entender que la esperanza de proporcionarle este goce perseguido era la causa principal de su invitación.

Tranquilo, puesto el ánimo en Dios y la esperanza en el deseo de saber, tendió la vista en torno suyo; pero como ave obligada a volar demasiado alto, sus ojos se deslumbraron, sintió el vértigo que da la altura, y le faltó aire para sus pulmones oprimidos.

Hasta entonces tenía ella una vaga esperanza de poder preparar el ánimo de doña Inés, a fin de evitar su enojo; pero si esto no se lograba, Juanita estaba decidida, contando con la decisión de don Paco, a arrostrar el enojo de doña Inés y el de todo el mundo y a hacer su gusto casándose, aunque ella, su futuro y su madre tuvieran que abandonar por insufrible el pueblo de Villalegre, perdiendo la posición que en él gozaban.

Allá en Galicia no podía trabajar una semana entera sin que el esfuerzo atrajese la enfermedad. La imagen de América había pasado por su miseria como un resplandor de esperanza. En aquella tierra de fortuna, donde todos se transformaban, él sería otro hombre.