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De las techumbres de paja de las barracas salían las bandadas de gorriones como un tropel de pilluelos perseguidos, y las copas de los árboles empezaban á estremecerse bajo los primeros jugueteos de estos granujas del espacio, que todo lo alborotaban con el roce de sus blusas de plumas.

Abríase aquí un enorme paréntesis en el orden seguido por Dios al crear a unos y a otros: un vasto espacio libre que cada cual podía poblar a su capricho.

Aquel espacio hueco, a modo de escotilla, que se veía en el último tercio de la cubierta, hacia popa, con bancos alrededor y reborde algo saliente que formaba el respaldo, técnicamente brazola, era el sitio para el que gobernara y personas que fueran con él.

Hincó las rodillas Carriazo, y fuese a poner a los pies de su padre, que, con lágrimas en los ojos, le tuvo abrazado un buen espacio. Don Juan de Avendaño, como sabía que don Diego había venido con don Tomás su hijo, preguntóle por él; a lo cual respondió que don Tomás de Avendaño era el mozo que daba cebada y paja en aquella posada.

La Bolsa de hoy ocupa el espacio que ocupó en otro tiempo el convento de las hijas de Santo Tomás. ¡Qué cambios tan curiosos y tan elocuentes! Principió este palacio el primer imperio, y lo terminó Cárlos X. Presenta un paralelógramo de setenta y un metros de longitud, sobre cuarenta y dos de latitud, si no mienten los informes que nos dan, informes que considero exactos.

Así nos imaginamos el espacio con sus partes inmóviles, lugar de todo movimiento: con sus partes inseparables, campo de todas las separaciones; pero no se trata de separacion sino de division; si hay extension verdadera, será divisible: concebimos el espacio con sus partes inseparables, pero divisibles; pues que las medimos, las contamos, y con respecto á ellas, nos formamos idea de la magnitud, distancia y movimiento de los cuerpos.

Murió Alejandro; y a su gran pujanza estrecha fosa concedió la tierra, y él y su lanza y su poder temido se hundieron en la sima del olvido. Cruzaron el espacio en raudo vuelo las águilas que Roma ostentó un día; cuanto cobija el anchuroso cielo sintió de su poder la tiranía.

Oyó Roger las pisadas de su amigo en la escalera, y dirigiéndose después á la ventana contempló el paisaje iluminado por la luna. Por aquella parte del castillo se extendía una ancha faja de terreno cubierto de menuda hierba y algo más lejos dos bosquecillos separados por un espacio descubierto en el que sólo crecían algunos matorrales, plateados por los rayos de la luna.

Ella bajó la frente, anonadada. «¡Tan lejos! ¡tan lejos!...» Con voz queda siguió haciendo preguntas, curiosa por conocer la distancia que iba a separarlos y atemorizada al mismo tiempo por su magnitud. ¿Y era cierto que una carta tardaría cerca de un mes en establecer la comunicación entre sus pensamientos? ¿Y transcurriría un espacio de tiempo igual para obtener la respuesta?... Ellos que se habían creído infelices cuando en sus cortas separaciones, viviendo el uno en Madrid y el otro en París, pasaban dos días sin noticias.

La vida del squire era tan ociosa como la de sus hijos; sin embargo, era una ficción mantenida por él y su contemporáneos en Raveloe que la juventud era exclusivamente el período de la locura y que su vieja cordura era un espacio continuo de sufrimiento que el sarcasmo dulcificaba. Antes de volver a hablar, Godfrey esperó que la cerveza fuera servida y la puerta vuelta a cerrar.