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Esos tuviera agora la desdichada de mi Costanza. ¡Ay, amigas, que esta niña me ha renovado mi desventura! dijo la Corregidora.

Megaterios, mastodontes, tortugas gigantescas, cocodrilos alados, todos esos seres quiméricos se hacinan en el caos espantoso. Hay millares de piedras amontonadas en el desfiladero, y cualquiera de ellas podría servir de cantera y bastar para la construcción de pueblos enteros.

Si es verdad que en la época, en que se escribió el primer tomo del Quijote, no había llegado el teatro nacional á su mayor y más perfecto apogeo, también lo es que existían ya entonces muchas producciones dramáticas, á las cuales no es aplicable ni un solo cargo de los consignados en esta larga serie; y en otras, ¡cuántas excelencias poéticas compensaban en parte esos mismos defectos!

Suárez y yo nos miramos un instante a los ojos sin disimular el odio. Yo fui quien rompió el silencio, diciendo: Ante todo, hablaremos bajito para que no se enteren esos señores... Quiero decirle a usted que, después de lo que ha pasado esta noche, usted comprenderá que necesito matarle.

El viejo, la mujer y los chicos tenían sólo carácter de pobres, eran de esos tipos y figuras borrosas que el troquel de la miseria produce a millares. El hombre, ayudado por el viejo y por el chico, trazó con una cuerda un círculo en la tierra y en el centro plantó un palo grande, de cuya punta partían varias cuerdas que se ataban en estacas clavadas fuertemente en el suelo.

Alarcón era uno de esos hombres osados y de espíritu independiente, que, despreciando toda imitación, emprenden sin vacilar nuevas sendas; uno de esos caracteres enérgicos, que imprimen el sello de su originalidad de una manera indeleble en todo lo que hacen.

Ramona era bonita, elegante, no tenía nada de necia y mientras vivió en la alta sociedad, y no cayó en la sima, hubo de tener admiradores, amigos jóvenes y viejos que la estimasen, que la atendiesen, y con alguno de los cuales, a pesar de todo su recato y severidad de costumbres, pudo ella ser amable, concediendo aquellos favores de casta predilección y de limpia y amistosa confianza que no ya la austera virtud, pero ni la santidad prohíbe. ¿Cómo es que ninguno de esos amigos trató primero de evitar que cayese en la sima, o procuró después sacarla de ella sin exigirle en pago la humillación y la deshonra?

AZUCENA. Defendedme de esos hombres que sin compasión me matan... defendedme... NU

Era el duque uno de esos personajes que se llaman serios; su edad rayaría entre los cuarenta y los cincuenta años; respiraba prosopopeya; vestía con una sencillez afectada, y en sus movimientos, en sus miradas, en su actitud, había más de ridículo que de sublime, más hinchazón que majestad; era un hombre envanecido con su cuna, con sus riquezas y con su privanza, que había formado de mismo un alto concepto, y que se creía, por lo tanto, un grande hombre.

, ; pero en el orden moral... El ciprés es un árbol triste, melancólico; sugiere ideas de muerte, de tumbas, de soledad; evoca el sentimiento del vacío y de la nada. Oye, Inesita: mucho más aún que en lo externo, se parecen esos jóvenes en lo moral a los cipreses. Verás... El ciprés no produce nada, ni siquiera bellotas, que es el fruto de los árboles más humildes en la jerarquía vegetal.