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El sentimiento en el fondo es el mismo, pero se ha llevado á un punto demasiado alto; el deseo de adelantar ha pasado á ser una sed abrasadora; el pesar de verse superado, es ya un rencor contra el que supera; ya no hay aquella rivalidad que se hermanaba muy bien con la amistad mas íntima, que procuraba suavizar la humillacion del vencido prodigándole muestras de cariño, y sinceras alabanzas por sus esfuerzos; que contenta con haber conquistado el lauro, le escondia para no lastimar el amor propio de los demas; hay , un verdadero despecho, hay una rabia, no por la falta de los adelantos propios, sino por la vista de los ajenos; hay un verdadero odio al que se aventaja, hay un vivo anhelo por rebajar el mérito de sus obras, hay maledicencia, hay el desden con que se encubre un furor mal comprimido, hay la sonrisa sardónica, que apénas alcanza á disimular los tormentos del alma.

La noche nos sorprendió jadeantes, empapados en sudor, pero alegres y triunfantes después de dos horas de esfuerzos; y á poco rato el canto melancólico de todos los marineros, hiriendo el eco de las selvas, nos dió una nueva impresion. A las diez de la noche el puente del vapor tenia un aspecto singular.

El cura respondía de buen grado a la granizada de preguntas que el sobrino le disparaba: hasta parecía complacido de mostrar sus conocimientos en el cultivo y valor de las tierras. Cuando la conversación aflojaba, Andrés hacía supremos esfuerzos para reanimarla. Mas llegó un momento en que fue preciso hacer alto.

Por mas esfuerzos que haga no me será posible considerar como extension un conjunto de puntos indivisibles no continuos, ni unidos por líneas: aquel conjunto será para como si fuera de otros seres, que nada tuviesen que ver con la extension.

Trascurrieron veinte minutos, y de repente, en la curva de la Moncloa, asomó la locomotora arrastrando con sus últimos esfuerzos el tren, que produjo al pasar sobre las placas giratorias un ruido estrepitoso de hierro golpeado contra hierro.

Su acento era gracioso y picaresco; su voz escasa, pero argentina, juvenil, y no viciada por los esfuerzos ni la mala enseñanza. No era voz potente ni de gran extensión, pero dulcísima, alegre y fresca, como debieron de ser las de aquellas ninfas que en la antigüedad jugueteaban llamando a su compañera Eco, corriendo y ocultándose tras los troncos de los bosques sagrados.

Los nuevos pensamientos no se le acumulaban tanto en la cabeza, porque no era tan reservada conmigo como antes; pero allá le quedaban los gérmenes que los producían, y esto era lo peligroso. »Ángel me ayudaba heroicamente a combatir el mal; pero eran inútiles nuestros esfuerzos.

A pesar de sus esfuerzos, le dominó el despecho. Estaba seguro: aquél iba a conquistar a la joven, a llevársela. Por vez primera, la veía particularmente interesada en la conversación de su vecino de mesa; parecía estar prendada de las frases de Martholl; lo escuchaba sonriendo y sin hacer caso a los demás convidados.

Si todos los esfuerzos de la imaginación no bastarían a representarnos a Cristo de frac, tampoco hay razonamiento que nos pueda convencer de que esta comedia palaciega tiene nada que ver con el Evangelio. Los platos eran tomados en la puerta, de manos de los criados, por las estiradas personas que hacían de camareros en tan piadosa ocasión.

Tuvo que hacer esfuerzos inauditos para ponerse al nivel de los que habían principiado bien y pudo decirse que en aquel solo año aprendió los cinco de la segunda enseñanza. Hizo el bachillerato con gran contento de sus profesores que en los exámenes se mostraron orgullosos de él ante los jueces dominicos, allí enviados para inspeccionarles.