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Sublime espectáculo, sin duda, es ver a un mozo gallardo, sin más defensa ni escudo que flotante velo rojo, vestido de seda, más aderezado para fiesta o baile que para brava y terrible lucha, ponerse delante de irritada y poderosa fiera, llamarla a y darle muerte pronta, cayendo sobre ella con el agudo acero.

Inmediatamente salió el barón de Morel de su tienda y se dirigió al galope hacia el balconcillo regio, ante el cual detuvo súbitamente al fogoso corcel con tal fuerza que lo hizo retroceder y alzarse de manos, á tiempo que el jinete saludaba profundamente. Llevaba el barón brillante armadura blanca, escudo blasonado y yelmo con largo y airoso penacho de plumas también blancas.

A prima de la noche muy obscura, La ruina sucedió con temblor crudo; No está ni puede estar casa segura, Ni el hombre defenderse con escudo, Si Dios, que es propia guarda, no procura Guardarnos; pues aquesto solo pudo Dejar de aquesta suerte castigada A Lima con su gente amedrentada.

Pero los tres galanos escuderos que le seguían bien montados llevaban, además de sus propias armas, Froilán el yelmo con celada de su señor, Gualtero la robusta lanza y Roger el escudo blasonado. Junto al barón trotaba el blanco palafrén de su esposa, pues ésta deseaba acompañarle hasta la entrada del bosque.

Rápidamente conoció Isidora la proximidad de su mal, y tuvo una de esas inspiraciones de dignidad y honor que son propias en las naturalezas no gastadas. Su debilidad tuvo por defensor y escudo al sentimiento que, por otra parte, era causa de todos sus males: el orgullo. Se salvó por su defecto, así como otros se salvan por su mérito.

Sangrienta hubiera sido aquella pendencia, y tal vez de éxito fatal para nuestros dos héroes, si de repente no hubieran recibido el socorro de un gallardo mozo, más joven en apariencia que Tiburcio, a caballo también, elegante y ricamente vestido, y con el escudo de las armas reales bordado en la sobreveste, manifestando así que era mozo fidalgo o menino de la cámara del Rey.

Adela se arrodilló, cruzados los brazos sobre las rodillas de Ana; y Ana hizo como que le vendaba los labios con una cinta azul, y le dijo al oído, como quien ciñe un escudo o ampara de un golpe, estas palabras: Una niña honesta no deja conocer que le gusta un calavera, hasta que no haya recibido de él tantas muestras de respeto, que nadie pueda dudar que no la solicita para su juguete.

32 Y yo miré, y lo puse en mi corazón; lo vi, y tomé castigo. 33 Un poco de sueño, cabeceando otro poco, poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; 34 así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como hombre de escudo. 1 También estos son proverbios de Salomón, los cuales copiaron los varones de Ezequías, rey de Judá.

4 Por esto dije: Dejadme, lloraré amargamente; no os afanéis por consolarme de la destrucción de la hija de mi pueblo. 6 También Elam tomó aljaba en carro de hombres, y de caballeros; y Kir descubrió escudo. 8 Y desnudó la cobertura de Judá; y miraste en aquel día hacia la casa de armas del bosque.

¡Va el corcel de mis versos! En sus lomos cabalgo, y enristrando el acero de mi acrática pluma, con su hierro alanceo, como el clásico Hidalgo, los fantasmas y duendes de la clásica bruma. Mi corcel es el libre morador de los campos donde se alzan en triunfo los ensueños del arte, donde vierten de lleno sus magníficos lampos las pupilas de Erato y el escudo de Marte.