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Encerrado escuadron, ó manga suelta En la campaña rasa, do no pueda Estorbar la mortal fiera revuelta El ancho foso y muro que la veda, Fuera bien que sin dar el pie la vuelta Y sin tener jamas la espada queda Ese exercito mucho bravo vuestro, Se viera con el poco flaco nuestro.

Marchó Gillespie hacia la ciudad, precedido de un escuadrón de jinetes y numerosos trompeteros. Las murallas de la capital, levantadas en tiempos de los viejos emperadores, habían sido destruidas años antes para el ensanche urbano. Pero quedaba en pie una de las antiguas puertas, flanqueada por dos torres de una arquitectura elegante y original, que había contribuído á que la respetasen.

Cuarenta bravos perdimos En este glorioso encuentro, Y al otro dia al pasar Aquel campo de los muertos Nuestros soldados decian: «Tanta sangre vengaremos, «Por cada gota de sangre «Un arroyo verteremosEn los campos de Cagancha En medio al humo y al fuego, El escuadron de Campon Admiró por su denuedo.

En este momento oyeron el galope de un escuadrón y los dos moros huyeron del sitio. 70 El escuadrón era mandado por el Conde de Cabra. Sorprendió y derrotó a los moros. Entonces salió D. Pedro Gómez con el caudillo. Refirió al conde lo que había ocurrido y éste le dijo: En rigor, Aliatar es también mi prisionero, Don Pedro. 75 Es honor que he buscado muchas veces en los campos de batalla.

Tres eran las divisiones del Libertador: mandaba Paez la primera, que se componia de 1.500 ginetes, el batallon Británico y el del Apure. Cedeño guiaba la segunda, compuesta del batallon de Tiradores, el de Vargas, el de Boyacá y el escuadron Sagrado.

Y en señal que del triunfo quedó ufana, Lo que hasta alli nadie acabó con ella, Del luto se quitó la saboyana. Quedando en cueros tan briosa y bella, Que se supo despues que Marte anduvo Todo aquel dia, y otros dos tras ella. Todo el qual tiempo el escuadron estuvo Mirando atento la fatal ruina, Que la canalla transformada tuvo.

28. Al otro dia, por una grande lluvia, con dificultad pasaron los Luisistas; y los Juanistas, como todavia esperasen socorro de los suyos, determinaron pasar con el ùltimo escuadron, y asì impedidos el lunes con la misma lluvia, cerca del anochecer lo vadearon

Los nuestros divididos en cuatro escuadrones con gran ánimo y resolucion los primeros con quien se toparon fueron los Alanos Turcoples, que su caballería envistió el primer escuadron de Almugavares, que invencible quebrantó su furia, tanto, que dice Pachimerio, que luego se retiraron huyendo.

El escuadrón los recogió y afirmóse poco más de cien pasos de las primeras palmas. Los moros cobraron grande ánimo en ver que los nuestros les habían vuelto las caras, y vinieron con gran ímpetu, hechos un horror á acometer el escuadrón.

Llegada, pues, la mañana, montaron á caballo y se fueron al pueblo, llegando este dia al pago ó estancia de San José. Hallaron aquí un escuadron de Miguelistas, que iba al socorro de los suyos, y consternados con los nuevos avisos que habian venido la noche pasada, que el enemigo ya habia ocupado el Monte Grande, no sabian determinar lo que habian de hacer.