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17 Entonces Daniel respondió, y dijo delante del rey: Tus dones sean para ti, y tus presentes dalos a otro. La escritura yo la leeré al rey, y le mostraré la declaración. 18 El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino, y la grandeza, y la gloria, y la hermosura. 19 y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones, y lenguas, temblaban y temían delante de él.

Maestros de curar lamparones y quebraduras fueron Carlos de Villafranca y Pedro Rodríguez, los cuales obligáronse á curar á Francisca, criada de Nicolás Durango, por escritura de Miércoles 12 de Agosto de 1489 .

Belarmino se aplacía en el canto religioso: ne impedias musicam, dice la Escritura. «Quizás Angustias canta también; le habrán enseñado» pensaba Belarmino. Y hacía esfuerzos por desenredar la voz azul de Angustias de entre la madeja polícroma del coro. No, no cantaba Angustias.

8 Ahora, oh rey, confirma el edicto, y firma la escritura, para que no se pueda mudar, conforme a la ley de Media y de Persia, que no se quebranta. 9 Por esta causa el rey Darío firmó la escritura y el edicto.

19 Tenemos también la palabra de los profetas más firme, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una lámpara que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones. 20 Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de particular interpretación;

Durante el silencio de la escritura, oyose en el pasillo próximo rumor de faldas, voces de mujeres y estallido de besos. Moreno levantó la pluma diciendo: «¿Quién es?». No te interrumpas... ¿Qué te importa a ti? Debe de ser Jacinta. Sigue. Pues que pase aquí. ¿Por qué no pasa? Está hablando con tu hermana. ¡Jacinta, Jacintilla!, entra: el monstruo quiere verte.

El arzobispo de Toledo podía colocarse en la mitra una corona o dos, y no digo tres porque pienso en el Sumo Pontífice.... Primero, la escritura de dotación a la catedral hecha por el rey Alfonso VI a raíz de haber conquistado Toledo.

El obelisco no nos atrae, no nos llama, no nos interesa, no nos seduce, sino porque es una especie de escritura sagrada, un geroglífico que no comprendemos, un pensamiento que no adivinamos, el símbolo de una creencia, un símbolo de fe, un símbolo de religion.

Entre los que escribían estaba Ojeda. Inclinado sobre un velador del jardín de invierno, iba llenando pliegos, lo mismo que en la víspera de la llegada a Tenerife. Pero ¡ay! su carta era ahora un trabajo literario y reflexivo. Los recuerdos venían a interrumpir su escritura, como la otra vez; pero estos recuerdos no evocaban dulce melancolía, sino vergüenza y remordimiento.

Los de lejos, hace días que están despiertos para impedir toda versión vulgar de la Santa Escritura, a título de que los sagrados misterios no han de ser comunicados al vulgo, y que es ocasión de errores en él, &c.