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Los escritores solemos dirigirnos a «el lector», poco más o menos, así como los criados se dirigen a «el señor». Desgraciadamente, este concepto de «el lector» es demasiado vago. Por lo general, el lector tiene una personalidad multiforme y a veces carece de existencia.

Esto obligó á S. Gerónimo á contarle entre los Escritores Eclesiásticos, y á tener por verdaderas las cartas de S. Pablo á Séneca; mas los Críticos modernos no dudan que son apócrifas.

Bajo este punto de vista y como manantial inagotable de datos biográficos, creemos que es obra de sumo interés; en los encuentros que unas tribus de indígenas tienen con otras, en el relato de las terribles y grandiosas luchas que entre sostienen los caciques, así como el de las solemnes, lucidas y pintorescas fiestas de aquellos idólatras, á nuestro humilde juicio hay poquísimos escritores de su mismo género, que, tratando asuntos análogos, le aventajen.

Aunque el Dr. Cian diga poco ó nada sobre los mencionados escritores, todavía basta con los que celebra para hacer que se forme elevadísimo concepto de los jesuítas españoles emigrados en Italia y de cuanto trabajaron y escribieron desde 1767 hasta 1814. Acrecientan la elevación de este concepto, las nobles palabras con que el Dr.

Mientras durará el mundo y se honrarán las letras, saldrán al público Escritores que estas mismas cosas las dirán de otra manera, acomodándolas á los oidos de su siglo; pero si alguno quisiese introducir en las Escuelas diferente arte de raciocinar y de disputar, acaso podrá engañarlas con la novedad, mas no ha de poder lograr que dure mucho.

Julio tenía gran facilidad para la admiración y reverenciaba á todos los escritores cuyos «argumentos» le había contado Argensola, pero no podía aceptar la grandeza intelectual del ilustre pariente. Durante su permanencia en Berlín, una palabra alemana de invención vulgar le había servido para clasificarlo. Los libros de investigación minuciosa y pesada se publicaban á docenas todos los meses.

El rei don Fernando, segun la opinion del grave historiador Antonio de Herrera , era de escelentisimo consejo, i si fuera constante en lo que prometia, no se hallára en él cosa reprensible. Otros escritores lo acusan de que en sus acciones no guardaba mas fe á los confederados que la que pedia su propia comodidad.

Por último, cuando había ya motivo sobrado para desesperar por completo de la publicación de este libro, la tomó á su cargo el Sr. D. Mariano Catalina, que tantos servicios ha hecho á la literatura española con su notabilísima Colección de escritores castellanos.

Deducen de aquí malignos o apasionados escritores que don Francisco se sintió lastimado en su amor propio, y que por tan pueril quisquilla se vengó del Inca haciéndole degollar.

Si no hubiera gramática, Belinchón, con sólo sus luces naturales, sería capaz de inventarla. Nadie manejó jamás como él ese lenguaje periodístico, ligero , pero brillante, lleno de frases consagradas por el uso de cien mil escritores, donde hasta los lugares más comunes, expresados con adecuado énfasis, resplandecen como profundas y misteriosas sentencias.