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Óyeme antes de publicar tus decretos: nada tengo que oponer á lo expuesto por el barbudo Lope de Rueda, sino apoyar sus demandas y añadir que, así como condenas los conciliábulos de hechiceros y de otros malvados, prohibas la costumbre de juntarse tres ó cuatro poetas para componer una comedia; si este uso se extiende y arraiga, engendrará monstruos y no comedias, siendo imposible que logre aplausos una obra que no haya sido pensada y escrita por un solo hombre, y que aquéllos que se consagran á este trabajo, no merezcan apellidarse menestrales más bien que poetas.

La carta del Magistral, escrita en papel levemente perfumado, y con una cruz morada sobre la fecha, decía así: «Señora y amiga mía: Esta tarde me tendrá usted en la capilla de cinco a cinco y media. No necesitará usted esperar, porque será hoy la única persona que confiese.

Pep dormitaba en su silla baja, vencido por el cansancio, y su mujer lanzaba sordos alaridos de terror cada vez que un trueno fuerte conmovía la casa, intercalando en sus gemidos fragmentos de oraciones, murmuradas en castellano para mayor eficacia. «Santa Bárbera bendita, que en el sielo estás escrita...» Margalida, insensible a las miradas de sus pretendientes, parecía próxima a dormirse en su asiento.

El primero, por orden cronológico, entre los estudiados ya, es una carta, en cuya dirección escrita en el respaldo se lee la fecha correspondiente al año 873 de nuestra Era. Hay después un fragmento de contrato del año 909.

»En el capítulo cxxvij del libro primero de Don Clarian de Landanis, fol. clxxxiiij: «Teniendo [Gradamisa] gran soledad de su buen amigo don clarian, dio vn sospiro y dixo consigo....» Don Felipe II, en carta escrita en Lisboa a 16 de abril de 1582 (Gachard, Lettres de Philippe II

Allí se ven, simbólica y admirablemente explicados los diez mandamientos de la ley escrita, por medio de figuras del antiguo Testamento. Aquella grande historia, escrita en bronce, me ha llenado de asombro, no tanto por su hábil ejecucion, como por su vasta y feliz inteligencia.

Cada siglo tiene su espíritu, que se esparce y como que se diluye en el aire que respiramos, infundiéndose tal vez en las almas de los hombres, sin necesidad de que las ideas y teorías pasen de unos entendimientos á otros por medio de la palabra escrita ó hablada.

Se diferencia de las demás, no sólo por su desenlace trágico, sino también por los versos de arte mayor, en que está escrita su mayor parte. La última égloga del Cancionero, la más bella y acabada, se representó ante el príncipe D. Juan, quizá en sus bodas en 1496. Entre sus diversos personajes aparece ya un dios de la mitología.

La condición en que se hallaba la Condesa, la falta de alguna obligación escrita que la vinculara indisolublemente al Príncipe, el ejemplo que le daba su indigno amante, tenía natural, humanamente, que impulsarla a buscar en el nuevo amor un consuelo y un goce cuya caducidad, común a todas las cosas humanas, no podía ni debía detenerla.

-Luego, ¿también -dijo Sancho- se le entiende a vuestra merced de trovas? -Y más de lo que piensas -respondió don Quijote-, y veráslo cuando lleves una carta, escrita en verso de arriba abajo, a mi señora Dulcinea del Toboso.