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La ocasión era admirable para abrir brecha en los enemigos de la libertad y del progreso. En efecto, el primer número del Faro insertó una relación circunstanciada escrita en estilo jocoso de todo lo ocurrido. Con esto los ánimos del clero y de las personas timoratas de la villa quedaron grandemente sobreexcitados.

Se llamaban, como va dicho, Santa María y San Pedro; su historia anda escrita en los cronicones de la Reconquista, y gloriosamente se pudren poco a poco víctimas de la humedad y hechas polvo por los siglos. En rededor de Santa María y de San Pedro hay esparcidas, por callejones y plazuelas casas solariegas, cuya mayor gloria sería poder proclamarse contemporáneas de los ruinosos templos.

Aquella masa de granito se llama el Pico de los amantes. En la meseta que forma la superficie de aquella roca está escrita la intransigencia, principal atributo del feudalismo. De aquella meseta, se cuenta una tradición semejante en su origen á la que guarda bajo el hermoso cielo de Andalucía, no lejos de Archidona, la llamada Peña de los enamorados.

Nos proponemos por ejemplo, pensar en la causalidad: es claro que en esta idea tomada en abstracto, no debe ni puede entrar ninguna representacion sensible; y no obstante, por mas que nos esforcemos, la representacion nos ocurre: ora será la misma palabra causalidad, escrita ó hablada; ora la imágen de un hombre que ejecute alguna cosa; ora la de otro agente cualquiera; pero nunca podremos deshacernos de toda representacion sensible.

De la carta escrita por D. Agustin de Jauregui, Presidente de Chile, al Exmo. Sr. Virey del Perú. EXMO. SE

Un hombre que la deja sola por sumar años de servicios y adquirir categoría, es un bestiaHabía momentos en que don Juan se ponía malo a fuerza de recordar, discurrir, esperanzarse y darse a los diablos. Al día siguiente de haber confiado a Julia la tarjeta escrita con lápiz, recibió una carta.

Esta relación que está escrita en cinco romances, contiene detalles muy curiosos del suceso y la conservaba en su biblioteca el marqués de Jerez de los Caballeros.

Al fin: «Esta comedia, que intitula Lope de Vega Carpio El piadoso aragonés, está escrita con verdad de la historia, con gran decoro de las personas introducidas y con singular dulzura de estilo y bondad de sus versos. Puede representarse seguramente. El poder en el discreto. Autógrafo de la biblioteca del duque de Osuna. Fecha: Madrid 8 de mayo de 1623.

D.ª Teodora había cambiado de sitio ya varias veces: corriose hacia adelante, se fue después hacia un lado; todo inútilmente. Donde quiera que iba, sentía los pies de Osuna entre las enaguas. Y al sentirlos, una ola de rubor encendía sus frescas mejillas, se estremecía como una zagala de catorce años. En ninguna mujer se conservó nunca más delicado y vidrioso el pudor virginal. Algunas conversaciones, hoy corrientes, la ofendían: no se podía aludir en su presencia ni directa ni indirectamente a ciertos asuntos escabrosos. No decía nada, porque era la prudencia personificada y de tímido natural; pero se la veía ruborizada, inquieta, con ganas de retirarse. Tan limpia y tan pulcra era de cuerpo como de alma. Le gustaba vestir con elegancia y cuidaba con refinamientos, no usados en Peñascosa, de su persona. Los que la conocieron de niña, decían que no había sido bonita, sino pasable, y que ahora, con sus cabellos blancos, sus carnes frescas y mejillas sonrosadas, estaba más guapa que nunca, ¿Por qué se había quedado soltera D.ª Teodora, poseyendo una figura agradable y un regular caudal? Se decía que sostuvo amores muy finos y románticos con un teniente de Arapiles que pereció en la acción de Ramales. La víspera de la batalla se había despedido de ella, por medio de una carta escrita sobre un tambor: el corazón le decía que al día siguiente «una bala traidora cortaría el hilo de su existencia, pero que moriría con el nombre de Teodora en los labios

Los señores se habían detenido en un puentecillo por donde el coche del corcovadito no podía pasar. ¡Señorita, nos llaman! Vamos. Gabriela se levantó, y antes de dar un paso miró entristecida la cifra escrita en la arena. Yo, al pasar, la borré con los pies. ¿Qué ha hecho usted? ¡Nada, señorita! ¡Bien hecho!... ¡Mejor! Locuras mías.... ¡Quién pudiera olvidar!