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Construcciones latinas, nuevas voces, inversiones forzadas, y una manera de escribir distinta enteramente de la ordinaria, y llena de antítesis y de imágenes ampulosas, formaron los elementos esenciales del nuevo estilo que debía realzar á la poesía española.

Como no me propongo escribir un tratado de moral, y únicamente, analizar los fundamentos de esta ciencia, me limitaré á caracterizar, en cuanto me sea posible, las ideas y sentimientos primordiales del órden moral, sin descender á sus aplicaciones.

Casi en el medio de la habitación, junto a un escritorio elevadísimo, donde don Anselmo acostumbraba a escribir bajo el dictado de don Eleazar, sentado sobre un esqueleto de silla, estaba éste, desayunándose, delante de una mesita muy poco más grande que el plato en que comía.

Todas las noches, al dar gracias al Señor por el día que había pasado con felicidad, yo pensaba en las cosas que habían sucedido, en lo que había dicho, en lo que había pensado; pero en cuanto a escribir no sabía por qué parte comenzar; pues todos los días eran iguales. Entonces esperé a hallarme en casa; y por fin comencé.

Respecto de la presente edición, sólo añadiremos que se ha cuidado de seleccionar todo lo más fresco, todo lo más actual, que haya brotado del ingenio de Fígaro, de manera tal, que este libro parezca un periódico acabado de escribir por él... para mañana.

Lo primero que hizo el condenado fué dejarse crecer las barbas, despotricarse en los clubs, escribir tremendas catilinarias contra los de su oficio, y, por fin, operando verbo et gladio, se lanzó á las barricadas con un trabuco naranjero que tenía la boca lo mismo que una tompeta.

La operación, pasados los cuarenta días de penitencia, terminaba por escribir en un papelito, como los de cigarro, ciertas palabras mágicas que él sabía, él solo; luego se soltaba el papelito en el aire, y mientras el viento lo llevaba de aquí para allá, ella y él rezarían devotamente oraciones mochas, sin quitar los ojos del papel volante.

Diego de Vera. Liñán. Almendárez. Félix de Herrera, diverso de otro del mismo apellido, de quien trataremos más adelante. Miguel Sánchez Vidal, de Aragón, que hubo de escribir en 1589 una comedia, en tres jornadas, cuyo título era La isla Bárbara .

Antes de ponerme a escribir acerca de ella, quizá debiera examinar algunos documentos referentes a su erección y desenvolvimiento, a fin de que las futuras generaciones, cuando lean el presente estudio, sepan a quién deben las fieras el piadoso hospital que hoy disfrutan.

Esquilo, Sófocles y Eurípides no tuvieron inconveniente en escribir sobre un mismo tema: sea ejemplo el Filoctetes. Pero nuestro amor propio vidrioso, el afán desaforado de originalidad que nos devora nos hace pensar que quedaríamos deshonrados aceptando el argumento hallado por cualquier otro escritor, aunque sepamos sacar de él mejor partido.