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Ya en esto, el cura se había concertado con los cuadrilleros que le acompañasen hasta su lugar, dándoles un tanto cada día. Colgó Cardenio del arzón de la silla de Rocinante, del un cabo la adarga y del otro la bacía, y por señas mandó a Sancho que subiese en su asno y tomase de las riendas a Rocinante, y puso a los dos lados del carro a los dos cuadrilleros con sus escopetas.

Esta vez respiramos libremente; y una hora después estábamos en la cubierta del Montoya, en cuyo centro una gran mesa, cargada de rifles, escopetas, remingtons, anteojos y rodeada de cómodas sillas, nos produjo la sensación de encontrarnos en el seno del más refinado sibaritismo. Los grandes sufrimientos del viaje habían pasado.

Otro día por la mañana se sentaron el Bajá y Dragut en el muro de la marina con muchos jenízaros y espayes, con sus arcos y escopetas en las manos en torno dellos; mandaron salir primero los Capitanes, después todos los soldados. Embarcábanlos como iban saliendo; lleváronlos todos á escribir á la galera del Bajá; de allí los repartieron por las otras galeras.

Pero la admiración de los dos era para las armas desconocidas, que les parecían maravillosas obras de arte: para las escopetas sin llaves visibles, las carabinas de repetición y las pistolas con depósito, que podían hacer seguidamente muchos disparos. ¡Lo que inventan los hombres! ¡Lo que gozan los ricos!... Aquellas armas inmóviles les parecían seres vivientes, con un alma maligna y un poder sin límites.

Los viejos trabucos cargados hasta la boca, tronaban con fogonazos que quitaban la vista, chamuscando a los más cercanos; disparábanse los pistolones de arzón entre las piernas de los fieles; repetían sus secas detonaciones las escopetas de fabricación moderna, y la muchedumbre aficionada a correr la pólvora, arremolinábase gesticulante y ronca, enardecida por el excitante humo mezclado con la humedad de la lluvia y por la presencia de aquella imagen de bronce, cuya cara redonda y bondadosa de frailecillo sano, parecía adquirir palpitaciones de vida a la luz de las antorchas.

En esta cocina adornaban las paredes varias jaulas de perdices, puestas sobre repisas, escopetas y otras armas, y algunas cabezas de ciervos, lobos, zorros, tejones y garduñas, muertos por D. Acisclo. En el piso bajo había casi tanta habitación como en el principal; y, si se contaba con el patio con toldo, había más. Allí se vivía durante el verano.

Sus escopetas las encargaba el suegro a los corresponsales de Inglaterra; en la cuadra tenía cada año un caballo nuevo, encargándose el mismo don Matías de comprar lo mejor que se encontraba en las ferias de Andalucía.

De vez en cuando se oía la voz del cuadrillero Cachucha que gritaba: ¡Cuidado con las escopetas!... ¡Ojo, que estoy aquí!... En este momento aflictivo se abrió una pequeña puerta de la tapia de un jardín y el perro se metió por ella precipitadamente.

Recogieron los ladrones las hermosas medallas, apoderáronse también de la plata labrada que hallaron a mano, y se retiraron de los Pazos a las seis, antes que anocheciese del todo. Algún labrador o jornalero les vio salir, pero ¿qué había de hacer? Eran veinte, bien armados con escopetas, pistolas y trabucos.

Allí vivirían primitivamente de la caza y la pesca. Cierto es que los dos muchachos no se habían acordado particularmente de llevar escopetas ni anzuelos; pero de todos modos el bosque estaba allí, con su libertad como fuente de dicha, y sus peligros como encanto. Desgraciadamente, al segundo día fueron hallados por quienes les buscaban.