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A la aristocracia de la Iglesia, a la verdadera casta sacerdotal, pues nosotros, dentro de la religión, somos gente de escalera abajo. ¡Qué engaño, Gabriel!

Subámoslo, por lo pronto, para que se caliente un poco. ¡, , subámoslo! Y otra vez el resonante grupo se lanzó al patio y a la escalera de la mansión de los Quiñones llevando en triunfo el canastillo misterioso. Amalia estaba enmedio del salón inmóvil y pálida cuando se abrieron de nuevo las puertas. D. Pedro había sido trasladado ya a su alcoba por Manín y otro criado.

En cinco minutos estábamos en la cuadra del Club del Progreso: tuvimos que esperar algunos minutos más para que le llegara a nuestro carruaje el turno de acercarse, y por fin bajamos en la puerta entre un grupo de hombres y mujeres que subían apresuradamente la escalera muellemente tapizada y adornada con flores y guirnaldas verdes. ¿Quién no conoce el Club en una noche de baile?

No había banco en el recibimiento, y como el condenado aquél no la invitó a pasar, misia Casilda se sentó en un tramo de la escalera; ¡ganas de llorar tenía! ¡con tal que pudiera entenderse con aquel hombre!

La interesante mascarita cerró cuidadosamente la puerta, y ayudada por su amante, sin muchas exigencias de recato por su parte, se disfrazó en un instante; se calzó sus botines blancos, se colocó la máscara de raso, y ambos bajaron resueltamente la escalera principal, abrieron la puerta de calle con la llave que poseía Alejandro y se encontraron muy pronto en la calle, libres como Romeo y Julieta, si Romeo y Julieta hubiesen sido sirvientes y se hubiesen escapado juntos alguna vez.

Se encontró el joven en otra galería menos alumbrada; por último, la dama tomó por una escalera obscura. El joven la siguió á tientas; nada veía: sólo percibía el ardiente hálito de la dama, el crujir de su traje de seda, la fuerte huella de su paso. Al fin de la escalera sintió abrir una puerta, y la voz de la dama que le dijo: Salid: id con Dios.

Al desaparecer todos por la escalera del sollado, el de la comisaría habló a Ojeda en voz baja. Una hora después, cuando los emigrantes estuviesen encerrados, vendría el carpintero para meter el cadáver en el cajón. No había que esperar, como otras veces, las horas reglamentarias. Cuanto más pronto saliesen de esto, sería mejor.

Un gran pintor había dado forma corporal á estos terribles ensueños. Yo tengo un libro murmuraba , un libro precioso... Y repentinamente huyó del estudio, dirigiéndose á la escalera interior para entrar en sus habitaciones. Quería traer el libro para que lo viesen sus amigos. Argensola le acompañó. Poco después volvieron con el volumen. Habían dejado abiertas las puertas tras de ellos.

Una mortificación más. ¡Todo sea por Dios!... Y entraron en el castillete, convertido interiormente en capilla. Allí hacían las señoras sus ejercicios no pudiendo entrar en el monasterio. Subieron la escalera, adornada con imágenes en cada rellano, y entraron en la antigua cámara, transformada en capilla. Lo primero que llamaba la atención del visitante era la escasa elevación del techo.

que, abajo, las puertas se abrían y se cerraban, pasos que subían y bajaban precipitadamente la escalera, las voces de las criadas que gritaban mi nombre; no me moví. Y cuando todo volvió a quedar en silencio, bajé sin hacer ruido por las escaleras de atrás, que eran bastante obscuras, y fui a sentarme en el lugar más desierto del parque.