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ES una de esas plazoletas melancólicas de un barrio solitario, rodeada de bancos de piedra, que tienen un ambiente provincial, y sobre la cual caen de vez en vez las lentas campanadas de las vísperas, con un clamoreo ensoñador y místico.

Cuando se canse de reír, avise dijo Maltrana, algo amostazado . Pero ¿no ve usted que nos están mirando esas dignas señoras?... Las conozco, y no quiero perder su amistad.

¿Pero Herminia ... padrino mío?... ¡Herminia! Es posible que ni siquiera conozca esas cartas ... En todo caso es preciso tener el valor de preguntárselo. Á esta declaración Mauricio palideció. ¡Qué! ¿Ponerla al corriente de esta infamia? ¿Interrogarla sobre tal asunto? , ponerla al corriente; no interrogarla: consultarla lealmente como persona leal que es.

Así pudo Calderón entregarse tranquilo á la composición de sus obras poéticas. Por espacio de treinta y siete años escribió los autos sacramentales para la festividad del Corpus en Madrid, y largo tiempo también los autos para Toledo, Sevilla y Granada, hasta que, como Vera Tassis dice, cesaron esas solemnidades en las ciudades mencionadas.

Gracias, chico. Tus espejos son muy particulares. ¡Y cuánto librote! A ver. ¡Jesús, que títulos! Todo Medicina. ¡Qué lástima de dinero empleado en esto! Tanto libro para no saber nada. Porque no sabes nada, Miquis; eres un ignorante, un tonto. Quizás estás diciendo la más profunda verdad que ha salido de esos labios, de esas envenenadas rosas. , soy un mentecato.

Otra mácula que ya está más a la vista y no puede negarse: que el padre legal de Luz fue un banquero tramposo que huyó de Madrid por temor de que le despellejaran en la calle. ¡Válgame Dios con los pudibundos y asombradizos! ¡No parece sino que el señor don Mauricio Ibáñez ha sido el único ricacho tramposo y estafador! ¿Pues no hemos convenido, tiempo hace, y cansado estoy de oírlo y de leerlo, con ser tan mozo como soy, en que andan por esas calles de Dios docenas de acaudalados personajes con títulos y condecoraciones, influyentes poderosos, que debieran estar en presidio arrastrando una cadena? ¿No se citan sus nombres y se les apunta con el dedo, y, sin embargo, viven y triunfan y hasta regatean el saludo a los hombres de bien, porque se consideran a mayor altura que ellos, en virtud de que así se lo hace creer, con sus acatamientos, e incensadas, el mismo público que desde lejos y en voz baja los condena a presidio con grillete?

También suelo traducir para el teatro la primer piececilla buena o mala que se me presenta, que lo mismo pagan y cuesta menos; no pongo mi nombre, y ya se puede hundir el teatro a silbidos la noche de la representación. ¿Qué quiere usted? En este país no hay afición a esas cosas.

No importa, lo guardaré en el fondo del pecho y allí lo tendré sin comunicárselo a nadie, como un recuerdo precioso de usted. ¡Anda! ¡Cualquiera diría que es usted gallego! Con esas palabritas gitanas, más parece usted un gaditano. ¿El nombre? Nada, no quiero que se lo guarde usted en el pecho. Le va a producir catarros. Guasitas, ¿eh? Además, ¡quién sabe los que tendrá usted ya ahí almacenados!

Fui a buscarla, pues tenía curiosidad de ver lo que la ocupaba en esas habitaciones habitualmente cerradas. Había abierto todas las ventanas, sacado las sobrecamas y las cortinas, y en chanclas, corría en medio del desorden, de un cuarto al otro. Se cogía el rostro con ambas manos y se reía sola con una risa tan extraña, que no se sabía si era llanto.

Pero el ojo ávido no descubre una torre de forma arcaica, un monumento, una columna, algo que hable del pasado... Es que ese pueblo ha confundido en una las tres edades históricas; no busquemos el arte en esas costas, sino lo que en ellas, hay... Pero, lo repito, la bahía es realmente bella.