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Yo, señor barbero, no soy Neptuno, el dios de las aguas, ni procuro que nadie me tenga por discreto no lo siendo; sólo me fatigo por dar a entender al mundo en el error en que está en no renovar en el felicísimo tiempo donde campeaba la orden de la andante caballería.

Y de pronto volvía a caer en sus vacilaciones. ¡Debía vivir! ¡Debía morir! ¡Cómo resolver el tremendo dilema de vivir en el error o de morir por evitarlo! ¡Tienen los hombres el derecho de disponer de su existencia!

Haced que yo renuncie a semejante error, que yo sea vuestra en todo tiempo y lugar. Semejante dicha la he reconocido yo y no ha faltado jamás, siempre que la he buscado en su único origen: en Vos mismo. Todos los jóvenes de la nobleza y de la clase media realista se han afiliado en la guardia de Corps.

Desengañado entonces de su error, y convencido de la fidelidad de su mujer, se precipita al punto en sus brazos; en este momento aparece el Rey con servidores, que traen antorchas, y en vez de encontrar el cadáver que esperaba, encuentra á los dos esposos estrechamente abrazados, y también al Príncipe su hijo en brazos de Doña Constanza.

En cuanto a no poder entenderse con los vecinos de Tablanca, era otro error mío y de otros muchos hombres cultos, empeñados en tomar ciertas cosas al revés. ¿Por qué ha de ser el hombre de los campos el que se eleve hasta el hombre de la ciudad, y no el hombre de la ciudad el que descienda con su entendimiento, más luminoso, hasta el hombre de los campos para entenderse los dos?

Lo encontraba excelente, aunque tal vez demasiado maduro para la novia... Y, coincidiendo con lo que antes observara Laura a Coca, observole él también: Mi único temor es que te engañes a ti misma y que no estés del todo enamorada... El más grave de los errores que puede cometer en la vida una persona honesta, es casarse sin amor. ¡Y a tu edad y con tus encantos, Coca, ese error sería imperdonable!

Lo cual oído por su amo, le respondió: -Quisiera tener aliento para poder hablar un poco descansado, y que el dolor que tengo en esta costilla se aplacara tanto cuanto, para darte a entender, Panza, en el error en que estás.

La confusión del joven era extrema, pues no sabía qué podían querer de él todavía. Necesitaba, ante todo le dijo Ferpierre, reconocer mi error y decir a usted que tenía razón.

Creyó reconocerla de lejos en una señora que atravesaba la verja por la entrada de la rue Pasquier. Le parecía algo distinta, pero se le ocurrió que las modas veraniegas podían haber cambiado el aspecto de su persona. Antes de que se aproximase pudo convencerse de su error. No iba sola: otra señora se unió á ella.

Indudablemente, ninguno más seguro entre los resultados de la estética que el que nos enseña a distinguir en la esfera de lo relativo, lo bueno y lo verdadero de lo hermoso, y a aceptar la posibilidad de una belleza del mal y del error.