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En ellos la socorrió generosamente cierto caballero principal, entusiasta del arte y de la belleza, pero no bastante rico para ser muy dadivoso. Rafaela además tenía estrecha conciencia, y aunque parezca inverosímil en mujeres de su clase, no exigía ni pedía y hasta rehusaba las dádivas de sus buenos amigos cuando pensaba que eran superiores a sus medios y recursos.

Cuando la atencion se convierte sobre , sobre la conciencia de mis actos interiores, sobre mi existencia, la duda se detiene, no puede llegar á tal punto, encuentra una tal repugnancia, que las suposiciones mas extravagantes no alcanzan á vencerEsto es lo que indican sus mismas palabras, mas al consignar este hecho se eleva á una proposicion general, muy verdadera sin duda, saca una consecuencia, muy legítima tambien; pero que para nada eran necesarias en el caso presente, y que ó explicaban mal su misma opinion ó la hacian vacilar.

Algunos de estos seres eran capaces de un poderoso mimetismo que les hacía confundirse con los objetos inanimados ó pasar en pocos momentos por toda la gama de colores. Unos, de nerviosa actividad, se inmovilizaban y encogían, llenándose de rugosidades, tomando el tono obscuro de las rocas.

Eran las ocho y media. Todos los parisienses conocen este lindo grupo de doscientas casas cuyos habitantes son más ricos, más limpios y más instruidos que la generalidad de los aldeanos. Cultivan la tierra como jardineros, y no como campesinos, y los campos de su término parecen en primavera un pequeño paraíso terrenal.

Todos sus movimientos, todos sus ademanes, eran tan serenos, tan suaves y reposados, que placía en extremo contemplarla y figurarse que aquellas innatas maneras señoriles respondían a un alto destino, tal vez a un elevado origen. Podía fantasearse mucho sobre este particular, porque Carmencita era un misterio.

Pie á tierra y carabina en mano, vigilaban detrás de este obstáculo la faja blanca del camino que se elevaba solitario entre dos colinas cubiertas de árboles. De tarde en tarde sonaban disparos sueltos, como chasquidos de tralla. «Los nuestros», decían los dragones. Eran los últimos destacamentos que tiroteaban á las avanzadas de hulanos.

Quando estuviéron cerca de la sala del trono, preguntó Cacambo á uno de los oficiales principales como habian de saludar á Su Magestad; si hincados de rodillas ó postrados al suelo; si habian de poner las manos en la cabeza ó en el trasero; si habian de lamer el polvo de la sala; finalmente quales eran las ceremonias.

¿Para qué? dijo la enferma . No he de usarlo más. Al presentarle el velo, notó la ausencia de las flores de azahar. Está bien; temí que no se hubiesen fijado. Aquellos preparativos eran de una tristeza fúnebre. Mamá dijo Germana , ¿se acuerda usted de los versos del poeta Jasmin, cuya traducción me leyó usted en la Revista de Ambos Mundos?

Nélida, por un brusco cambio de su carácter tornadizo, hablaba ahora con tristeza y miedo. Contaba los días que faltaban para la llegada a Buenos Aires. ¡Cuán pocos eran!... Recordaba a su hermano mayor, el rudo estanciero, que en las últimas cartas enviadas a Berlín profería contra ella terribles amenazas, comentando las denuncias que le había dirigido el hermano pequeño.

No ha de extrañarse que todo esto se viera en las miradas de Clarita. Eran miradas transparentes, en cuyo fondo fulguraba el alma como diamante purísimo que por maravilla ardiese con luz propia en el seno de un mar tranquilo. El Comendador estuvo un rato observando aquella escena muda, y se convenció de que ni Doña Blanca ni D. Valentín recelaban nada de los amores de la niña.