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¡Entra Joaquín! ¡Miau! ¡Entra, canalla! ¡Miau! Vi a Paca llevarse las manos a la cabeza y tirarse con rabia de los cabellos. ¡Mardita sea mi suerte! ¡Y que Dios tenga en er mundo a este roío dao pol tal y me haya llevado aquel corasón de hijo!

28 que fue de Neri, que fue de Melqui, que fue de Adi, que fue de Cosam, que fue de Elmodam, que fue de Er, 29 que fue de Josué, que fue de Eliezer, que fue de Jorim, que fue de Matat, 30 que fue de Leví, que fue de Simeón, que fue de Judá, que fue de José, que fue de Jonán, que fue de Eliaquim, 31 que fue de Melea, que fue de Mainán, que fue de Matata, que fue de Natán,

Gallardo avanzó hacia el toro lentamente, llevando la muleta apoyada en el vientre como una bandera y agitando en la otra mano la espada con un movimiento de péndulo que acompañaba su paso. Al volver un instante la cabeza, vio que le seguían el Nacional y otro de su cuadrilla con el capote al brazo para ayudarle. ¡Fuera too er mundo!

Yo decía en el comedor de Gallardo que esto de los toros es cosa reacsionaria... argo así como de los tiempos de la Inquisisión: no si me explico. La gente nesesita como el pan sabé leé y escribí, y no está bien que se gaste er dinero en nosotros mientras farta tanta escuela.

El no necesitaba probar su coraje. Si vivía era de milagro, gracias a celestiales intervenciones, a que Dios es bueno, y a las oraciones de su madre y la pobrecita de su mujer. Había visto la cara seca de la Muerte como pocos la ven, y sabía mejor que nadie lo que vale el vivir. ¡Si creéis que vais a tomame er pelo! decía mentalmente mientras contemplaba a la muchedumbre.

Cuando hablaban en el club de algo que no llegaba a entender, sonreía con expresión de inteligencia, diciéndose: Eso debe estar en arguno de los libros que tengo en er despacho.

Esta prima fue la que le diera la carta que ahora me entregaba. Pero ¿cómo sabía usted que era yo y dónde vivía? Verá uté, señorito. Su mersé da casi toíto lo día tre o cuatro paseíto por la caye de San José y mira mu encandilao hasia la parte del convento, ¿verdá uté? Fue mi prima lo ha arreparao y se diho contra : «Ete e er señorito de la señorita», y le ha seguío lo paso hata da con la posá.

A me yaman Sebastián Venegas, eso es; y , Juaniyo, te yamas Gallardo; y usté, don José, tié su apellido, y cada cual er suyo, no siendo iguales mas que los de los parientes.

Mientras hablaba Isidro de la mujer y los hijos de su amigo, andaluces trasplantados a Hamburgo, y de las escaseces pecuniarias de éste, que le obligaban a buscar entre los pasajeros ricos uno que quisiera entretener los ocios de la travesía estudiando idiomas, don Carmelo gritó con el acento de su tierra: ¡Too Dios con er papé en la mano!, ¡que se vea bien!

Ellos, además, no se han recatao; han ido a toas partes como si fuesen marío y mujé, a la vista de too er mundo, a cabayo, lo mismo que los gitanos que van de feria en feria. Cuando estábamos en el cortijo me yegaban noticias de too lo que hacía Juan; y luego, estando en Sanlúcar, también. El Nacional creyó necesario intervenir, viendo que Carmen se conmovía con estos recuerdos e iba a llorar.