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Todo progreso tiene inmediata acogida entre los Catalanes; y, lo que es mas notable aun, sus progresos ó sus obras son el resultado de sus propios esfuerzos y recursos. En Cataluña hasta los pueblos de tres mil habitantes tienen su alumbrado de gas, y el vapor ruge en todas partes como el motor de los grandes trabajos de fabricacion.

En el medio había una columna de madera, carcomida por la intemperie, a cuyo extremo se hallaba sujeta una campana que se hacía sonar con cadena. Servía para convocar a los vecinos en caso de necesidad, y también la utilizaba el cura para rezar el Angelus cuando las horas del mediodía o el oscurecer le sorprendían entre sus feligreses.

Después, enseñó al doctor el triturador del carbón, donde trabajaban las mujeres entre una nube de polvillo que las cubría la cara, dándolas un aspecto de grotesca miseria, con la boca llorosa y los ojos enrojecidos, en medio de su máscara negra.

El nombre de Ulises Ferragut empezó á ser famoso entre los capitanes de los puertos españoles. Las aventuras náuticas de su primera época entraban por muy poco en esta popularidad. Los más de ellos habían arrostrado mayores peligros, y si le apreciaban, era por el instintivo respeto que sienten los hombres enérgicos y simples ante una inteligencia que consideran superior.

Algunos clérigos, con sobrepelliz, se movían aceleradamente entre el concurso, arreglando los preparativos.

Fue un período de barbarie, de estancamiento, mientras Europa se desenvolvía y progresaba. El pueblo que iba al frente de la civilización se quedó entre los últimos.

A más andar, corriendo y escarceando, llegó el adiestrado y entendido perro, trayendo entre sus dientes un listón de ciertos colores misteriosos.

Así atravesamos la Mancha, triste y solitario país, donde el sol está en su reino y el hombre parece obra exclusiva del sol y del polvo; país entre todos famoso desde que el mundo entero hase acostumbrado a suponer la inmensidad de sus llanuras recorrida por el caballo de D. Quijote. En opinión general es la Mancha la más fea y la menos pintoresca de todas las tierras conocidas, y el viajero que viene hoy de la costa de Levante o de Andalucía, se aburre junto al ventanillo del vagón, anhelando que se acabe pronto aquella desnuda estepa, que como inmóvil y estancado mar de tierra, no ofrece a sus ojos accidente, ni sorpresa, ni variedad, ni recreo alguno.

El marqués y sus camaradas rieron como chiquillos, y Jerez pasó mucho tiempo comentando la gracia del de San Dionisio y su habitual generosidad, pues una vez vuelto el toro a la cuadra, distribuyó el dinero a manos llenas entre los lisiados, verdaderos y falsos, para que a todos les pasase el susto bebiendo algunas cañas a su salud.

Nadie la desprecia por eso, señora respondía la señora de Saint-Cast seguramente que no, pero es muy cierto, que entre ser rico ó pobre hay una terrible diferencia. Vea ahí al general, que puede decirle algo de eso; él no tenía absolutamente otra cosa que su espada cuando se casó conmigo, y no es con una espada con lo que se pone manteca en la sopa, ¿no es verdad, señora?