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Si quiere hacer entrar el tiempo en el sentimiento de la identidad numérica, puede decir: yo me hallo en todo este tiempo con identidad numérica; ó bien: ha pasado sobre todo este tiempo, como en una unidad individual; pero que tengamos conciencia del tiempo como de una cosa que hace parte de nosotros.

Estos personajes, en el primer instante, habían sentido indignación viendo entrar en el patio á la tal máquina. Consideraron esto como una torpeza del Comité de recibimiento del Hombre-Montaña, que casi equivalía á un delito contra la seguridad del Estado.

Caminada una milla mas, se comenzó á costear el arroyo Rojas, llamado así en su orígen, despues del Salto, por una especie de arrecife, y últimamente al entrar en el Paraná lo denominan el Arrecife, porque parece que allí le tiene.

Ya puede ver si me perdona, siquiera por no ser mía toda la culpa. Con esta evasiva de la muy taimada y con entrar Mari Pepa, se acabó la conversación. Pero no tenía duda para que era Neluco el móvil, el tipo y el regulador de todas las ambiciones de la nieta de don Pedro Nolasco. Entre tanto no se descuidaban un momento los preparativos para el funeral.

Como suelo pasarme las horas muertas en el Carmen Calzado dije yo he visto entrar varias veces a lord Gray en busca del padre Florencio, que es el mejor catequizador de ingleses que hay en todo Cádiz. Lord Gray no ha de faltar esta noche dijo doña María . Y usted, Sr. D. Gabriel, ¿no nos acompañará algunos ratitos?

Viendo, pues, aquellos bárbaros que las caricias de los nuestros no se quedaban en solas palabras, fueron luego corriendo á coger aquellas chucherías y con más ánimo y seguridad, se llegaron cuatro de ellos al pie de una balsa, donde dejaron algunas esteras labradas con lindo arte y tejidas delicadísimamente: prosiguióse muchos días este tratado, siendo el faraute Aniceto Guarie, fervorosísimo cristiano, vice-corregidor de la Reducción de San Cosme; el cual, deseoso de la reducción de aquellos infieles, procuraba, con modo muy afable y cortés, entrar con ellos para salir con la suya.

Pues bien; lo que más urge ahora es desenredar este misterio de la reina, ver claro: saber cómo, por dónde puedan entrar personas extrañas en la cámara de la reina, y cómo la misma reina puede salir sin ser vista de nadie. Hay ciertos pasadizos en el alcázar que han estado á punto de causarnos graves disgustos.

La larga habitación, semejante a un ventorrillo de moros, estaba atestada de cofres de piel y de hierro, que parecían del tiempo del Cid, y de estrechas tarimas cubiertas de mantas inmundas. Al entrar, las narices se llenaban de un tufo acre y caliente. Nunca faltaban sobre el piso de tierra películas de ajo y pedazos de naipes.

Y no es que la buena filosofía confunda los efectos con las causas, pero no conociendo el físico otra cosa que el fenómeno, solo á él puede atenerse: limitándose por lo que toca á la causa, á la idea abstracta de causalidad, que nada le ofrece de determinado, y por lo mismo no la hace entrar en combinacion en sus trabajos científicos.

Isidora y Epinona miraron hacia la sala inmediata, y vieron entrar a un hombre. Era Miquis. «Pase usted, doctor dijo la modista , y verá usted cosa buena. Usted no estorba nunca». Era Eponina mujer desordenada; mucho tiempo hacía que no pagaba al médico, el cual visitaba con gran celo a la anciana madre de la modista.