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Mi tío Ramón echó muy luego el luto y se dio al mundo, enteramente al mundo; pero siempre débil a las tentaciones de la carne, sus setenta millones de pesos vinieron a quedar muy luego en las condiciones de un real en la puerta de una escuela.

A los seis ó siete meses, enteramente olvidada de que habia escapado á la muerte, tentó una segunda escursion con el mismo fin, y habiéndola hecho espiar Pacha por todas la direcciones con la órden terminante de aplicarle las terrible pena decretada por él, fué prendida cuatro dias despues, y ni sus lágrimas, ni su desesperacion pudieron enternecer á sus aprehensores, que la hicieron pasar incontinenti por el horrendo suplicio de ser enterrada viva.

Y consideró lo siguiente: Que era hombre aguerrido en aquellas luchas, pero que estaba colocado en circunstancias enteramente nuevas.

Al cuarto dia de camino, las selvas de las orillas del Chaparé se van encumbrando cada vez mas, componiéndose enteramente de árboles antiquísimos, hasta que apénas llega ya á descubrirse la pequeña parte de cielo correspondiente al profundo surco abierto por el rio en medio de aquel oceano de perenne verdor.

Cuando se dice que en la idea de la extension objetivamente tomada, hay cierta especie de simplicidad, no se quiere significar que sea una cosa enteramente simple; pues que se añade que su objeto es esencialmente compuesto; tampoco se trata de prescindir de los elementos esenciales para completarla, que son las tres dimensiones, ni de otra idea que tambien se envuelve en ella, esto es, su capacidad de ser limitada de varios modos, ó su limitabilidad; solo se trata de hacer notar que para todas las diferencias de las figuras bastan estas nociones fundamentales, que en jamás se modifican, que siempre ofrecen á nuestro entendimiento una misma cosa.

Enteramente igual á un cíclope, si no tuviera dos ojos, era el tal una de las más poderosas palancas de la civilización moderna, porque había recibido de la Providencia la alta misión de mover el manubrio de una máquina de imprimir, que daba á luz diariamente millones de millones de palabras.

Os engañáis, mi buena duquesa dijo Felipe III abriendo la puerta secreta del dormitorio y asomando la cabeza ; vuestro amigo el duque de Lerma despacha solo en mi despacho, porque yo me he perdido. Y franqueando enteramente la puerta, adelantó en el dormitorio. La duquesa hubiera querido que en aquel punto se la hubiera tragado la tierra.

Quedaron remachados los clavos de su cadena. ¡Era suya, enteramente suya! Este pensamiento barrió hasta las últimas nubes que oscurecían su alma. Quedó en una dulce quietud, en un íntimo recogimiento de dicha; le acometieron ansias locas de humildad. ¿Qué le importaba á ella por el mundo? ¿Qué le daba á ella el mundo? Quien la hacía feliz era él. Á él debía, pues, obedecer; él era su rey y señor.

Después probó añadir dos letras, luego tres, y más aún, con el fin de descubrir la clave, pero, como ya me había sucedido antes a , su trabajo fue enteramente perdido.

No necesitó más el mayordomo para quedar enteramente sosegado. La palabra de la condesa hizo la luz en su atribulado espíritu, y dejó escapar un suspiro de satisfacción, como si le hubiesen quitado una losa de plomo de encima de los hombros. Ni se atrevió, ni quiso preguntar más. Tenía bastante con la mirada límpida y franca que su dueña le dirigió al responderle.