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No yo qué rápido retroceso hacia otra época en la cual nos habíamos encontrado los cuatro en semejante reunión pero en situación diferente, cada uno bajo el influjo de una sencillez del corazón, para siempre desvanecida, me hizo mirar en torno mío y resumir en una única sensación todo lo que ya he dicho.

Era Amparo. Necesitaba afectos, y mi alma se volvió a aquella existencia pura, a aquella niña que estaba muy pobremente vestida, enflaquecida por el hambre. Supe que no tenía padres, que estaba en poder de una mujer de la misma vecindad, que la había encontrado en la calle.

No lo ; creo que es la hija de una pobre mujer que han encontrado entre la nieve fue la respuesta que Godfrey se arrancó del corazón con terrible esfuerzo. Al fin y al cabo, ¿estoy cierto? se apresuró a decirse a mismo, para tranquilizar su conciencia.

Me sentía tan poca vocación por el matrimonio y tanta por el celibato, que he querido darme cuenta de lo que se podía reprochar a esas pobres criticadas. ¿Y has encontrado algo? preguntó Genoveva con interés. No mucho... Veo, sobre todo, muchos prejuicios e ideas hechas que pasan de generación en generación como un gabán viejo que cada cual adapta a su talla y a su gusto.

Dedicábase a correr los géneros de las tiendas, a traerlos a las casas, ganando por ello pequeñísima comisión. Esto no le bastaba para vivir aunque era ella sola y una sobrina. Pero en varias casas le hacían encargos de distinta índole y la ayudaban de mil maneras. Sobre todo en la señora de Quiñones había encontrado una protectora decidida.

Roberto ve el retrato y se enfurece sobremanera; pero su astuta hermana le dice que su criada lo ha encontrado en la calle, y Ramón en seguida, convertido en pregonero, publica la pérdida del retrato, desvaneciendo las sospechas de Roberto.

Y al verlo recordó también la frecuencia con que lo había encontrado en el círculo universitario ginebrino, durante dos años seguidos, y recordó igualmente que entre ellos no había mediado una sola palabra de simpatía.

En Granada apenas habeis admirado mas que el genio de los árabes: no habeis penetrado en el seno de ninguna de esas catedrales góticas en cuyas altas y oscuras bóvedas se pierden las miradas del hombre, ni atravesado el umbral de ninguna de esas capillas bizantinas creadas por la sombría imaginacion del sacerdote; no habeis recorrido en silencio ruinas de pueblos sepultados bajo sus escombros, no habeis encontrado monumentos donde os fuese licito evocar el espectro de esos temidos héroes del Imperio, cuyas figuras se destacan brillantemente sobre las nieblas de tan remotos siglos.

He encontrado Kin-Tcheou, pero en la provincia de Ching-King, en el golfo de Leou-Toung, en el mar Amarillo. ¡Póngase usted en lugar de una pobre viuda que no sabe en qué latitud la han privado de su marido! »Sea lo que fuere, los magistrados de Ky-Tcheou o Kin-Tcheou, en la desembocadura del río Li-Kiang, habían maltratado a dos misioneros franceses.

Mire usted lo que me encontrado aquí dijo y sacó del bolsillo, entre dos dedos, una liga de seda roja con hebilla de plata. ¿Qué es eso? preguntó De Pas, sin poder ocultar su ansiedad. ¡Una liga de mi mujer! contestó aquel marido tranquilo como tal, pero sorprendido con el hallazgo por lo raro. ¡Una liga de su mujer!