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Estamos enteramente solos dijo el duque : los que nos han traído no saben quién eres, ni de dónde sales. Y esta era la verdad. ¡Oh Dios mío, y qué locura! dijo Esperanza asiéndose encendida y trémula, al brazo que el duque la ofrecía. Subieron unas escaleras. Dos horas después el duque bajó por aquellas mismas escaleras, pálido y pensativo.

Se llevaron anchos y bajos divanes a la sala; y allí, en el mismo silencio y la misma suntuosidad fúnebre que había incubado la muerte de mis hijos; en la profunda quietud de la sala, con lámpara encendida a la una de la tarde; bajo la atmósfera pesada de perfumes, vivimos horas y horas nuestro fraternal y taciturno idilio, yo tendido inmóvil con los ojos abiertos, pálido como la muerte; ella echada sobre el diván, manteniendo bajo las narices, con su mano helada, el frasco de Jicky.

Sobre la chimenea, nunca encendida, había un reloj de bronce con figuras, que no andaba, y no lejos de allí un almanaque americano, en la fecha del día anterior. Al medio minuto de espera entró D. Carlos, arrastrando los pies, con gorro de terciopelo calado hasta las orejas, y la capa de andar por casa, bastante más vieja que la que usaba para salir.

Primero, enfermaron los de Terranova, lo cual atribuía Kane á la falta de luz: si se les ponía ante los ojos una linterna encendida se aliviaban: mas, poco á poco fué consumiéndolos extraña melancolía y se volvieron locos. Los perros esquimales siguieron sus huellas, y hasta su perra Flora, «la más discretala que reflexionaba mejor, comenzó á delirar como sus compañeros y sucumbió.

Su aparición fue aplaudida, y la muchacha, encendida, se remilgó y trató de lucir toda su gracia al que le daba tal prueba de distinción.

El gran Tapuy Guazu con pecho fiero Soltando la voz triste y lastimera, Mi fin, dice, se llega ya postrero, La hora se me acerca postrimera: Mas conviene la vuestra aquí primero Se cumpla, y encendida una hoguera A Corací y Pitum, porque tornaron Con tal nueva, allí vivos los quemaron.

27 Pero a los diez de este mes séptimo será el día de las expiaciones; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida al SE

Yo me quedo contestó secamente. La pareja se despidió con un estrecho y efusivo abrazo, al que siguieron algunas lágrimas. ¡Don Jorge! ¿También se va usted? preguntó la Duquesa cuando vio a aquél que parecía aguadar a Tomás para acompañarle. Hasta el cañón contestó. Y, diciendo esto, besó a la Duquesa, dejando encendida su blanca cara y rígidos de asombro sus entumecidos nervios.

Ya Salvador tenía en las manos su cartera, y tomando algunos billetes que contenía, los puso sobre el regazo de la muchacha. Yo te daré le dijo con ardor todo lo que necesites..., todo lo que quieras..., todo lo que tengo.... Ella, al mirarle, todavía encendida y confusa, le contestó: Gracias...; ¡eres tan bueno!... ¿No sabes que lo mío todo es tuyo?

Golpeó con fuerza, sugiriéndole cierto placer la idea del susto que le daría al vejete aquel estrépito inesperado. Ninguna voz ni movimiento se dejó oír como respuesta: todo era silencio en la choza. ¿Se había ido a acostar el tejedor? ¿Para qué habría dejado la luz encendida entonces? ¡Extraño olvido de un avaro!