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Los empleados actuales mantienen la policía demasiado escrupulosa que instituyeron los Jesuitas, observándola tambien los indios cutre ellos mismos, por manera que no hay allí quien ignore el número y otras circunstancias de todos los que nacen ó mueren.

Esta oda, que empezaba: «¡Oh dulce religión inmaculadaera inspiradísima y fue recibida con vivas muestras de aprobación. El banquete terminó de noche cerrada. A las seis, el sacristán y algunos empleados del municipio comenzaron a iluminar los farolillos a la veneciana del Campo de los Desmayos, de tal modo que a las ocho estaban casi todos encendidos. La velada se presentó muy alegre.

En los últimos veinticinco años, afirma que nuestros empleados han defraudado, en las aduanas de Cuba, doscientos millones de pesos fuertes. Supongamos que es exacta la cantidad, y ya es mucho suponer.

Verdad que se llevaron gran parte la empresa del gas, el alquiler del teatro, los empleados... pero a los pobres les llegó su pedazo de pan.... O si no, hija mía, lee la estadística... o si no, hija mía, lee la estadística. Florentina se reía, y no hallando mejor contestación que repetir una frase de Teodoro Golfín, dijo a su padre: Cada uno tiene su modo de gastar alfileres.

Todos los empleados se encorvaban ante sus papeles, temblando al oír tras de los cortinajes aquella voz furiosa, que matizaba sus órdenes con interjecciones y juramentos verdaderamente extraños en tan grave personaje. En el escritorio se hizo el mismo silencio de las casas donde existe un enfermo.

Millares de esclavos negros, empleados en las faenas del puerto y en otros trabajos, discurrían solícitos por donde quiera. Marineros, soldados y hombres y mujeres del pueblo, paseaban o formaban grupos para charlar y reír, tratar de amores o promover pendencias.

Empleados no se encuentran allí, por estar aquel caserío lejos de toda oficina. Es el arrabal alegre y bien asoleado, y corriéndose al Portillo de Gilimón, se ve la vega del Manzanares, y la Sierra, San Isidro y la Casa de Campo.

Las familias, que apenas se han visto en la semana, se reúnen a la salida de la iglesia para ir a saludar a la madre ciega, a la hermana enferma, al padre achacoso. Los viejos ese día se remozan. Los veteranos andan con la cabeza más erguida, muy luciente el chaleco blanco, muy bruñido el puño del bastón. Los empleados parecen magistrados.

Baste decir que hay imprentas, como la del Times, que dan ocupación permanente á millares de escritores, compositores, correctores y empleados de todo género, y cuyas prensas colosales, que tienen las proporciones de un edificio, producen por dia mas hojas impresas que las prensas reunidas de toda Colombia.

La gente variaba diariamente. Ante el doctor Chevirev pasaban artistas, escritores, pintores, comerciantes, aristócratas, empleados públicos, oficiales llegados de provincias. Había en la tertulia cocottes, señoras honorables y, en ocasiones, muchachas puras e inocentes, encantadas de cuanto veían y que se emborrachaban a la primera gota de vino.