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Qué divina se ha puesto Laura Aliaga!" oyó decir a una señora, en voz baja, al terminar una fiesta de caridad organizada por las damas Vicentinas. Y le dio pesadumbre pensar que acaso las había visto, sin reconocerlas. Por otra parte, le infundía cierto inexplicable temor la idea de relacionarse con ellas nuevamente. Fue una emoción que le dejó recuerdos imborrables.

Los periódicos de la capital anunciaron la llegada de la generala Martínez, «digna compañera del héroe de Cerro Pardo»; y pocos días después ocurrió el hecho inaudito, inexplicable, que produjo más emoción y extrañeza trañeza en el país que la mayor parte de las revoluciones anteriores.

La manzanilla tiene por lo mismo la propiedad de restablecer el sudor, suprimido por un enfriamiento ó una emocion fuerte, cuando esta supresion provoca una grande irritabilidad y agravacion de la fiebre.

Todo esto y mucho más lo discurría el Vizconde, sin sosiego, casi temblando de emoción, tomando a escape el sombrero, bajando precipitadamente las escaleras y entrando en el primer fiacre que vio pasar para que le llevase a todo correr, y mucho antes de la hora convenida, en casa de la Sra. de Figueredo.

Brunetiere afirma que Pablo Hervieu tiende á crear la tragedia moderna, despojándola de aquel aburrido carácter histórico que siempre tuvo. Esta es la gran novedad de su obra. ¿Acaso las costumbres contemporáneas son incapaces de remontarnos á la emoción trágica? ¿Acaso lo irremediable ha huído de la vida?

Su Majestad se había incorporado en el lecho. Aún tenía puesta la venda. El general avanzó lentamente, con respeto y cortedad. Extendió la mano con el candelero. La luz iluminó de lleno el semblante de D. Carlos, en el cual no resplandecía ningún destello ni aun chispa leve de inteligencia. Zumalacárregui dijo con voz ahogada por la emoción: «Señor»: y se inclinó. Parecía un pino que se dobla.

El administrador había cegado las antiguas brechas con el producto de la última venta, pero advertía á cada momento nuevas vías de agua. Miguel Fedor acabó por acostumbrarse á la desgracia, acogiéndola con serenidad. La venta del palacio construído por su madre le produjo menos emoción que la del yate. Un cambio se inició al mismo tiempo en sus deseos.

Queda, pues, bien justificada mi emoción al poner el primer donde le puse. El mismo corredor de las listas nos entregaba la víspera del baile una credencial de socio y tres billetes de convite, impresos en cartulina, con letras de oro, y rubricados por la comisión.

Recuerdo solamente que los pensamientos que tuve aquella noche, hijos de la debilidad y de la fiebre producida por tantos días de emoción y de insomnios se producían en mi cabeza vacía de ideas, al ruido del badajo de hierro sobre el bronce, mientras lloraba el cadencioso unísono de la campana. Y no recuerdo más... Breve sueño adormeció mis sentidos al venir la mañana.

Echando pie á tierra los jinetes, ataron sus caballos á la cerca y apenas tomaron por el sendero que á la casa conducía se detuvieron atónitos, contemplándose en silencio, presa de profunda emoción.