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Vaya, pues, haciendo nuestro ilustrado gobierno de las suyas, que conforme ellas vayan saliendo, nosotros se las iremos alabando.

Escuchó sin quererlo: Decid miedo y no desvío, mi señora; que no quisiera caer cual nuevo Icaro. La mujer replicó: Pues pedid al amor, y no al antojo, sus alas de verdad, que ésas nunca se derriten con llevar ellas mes mas el fuego. ¡Ah, esa tez, esa boca! ¡Por Dios, don Gonzalo, haceisme daño con las sortijas!

Si estos Filósofos en sus discursos hubieran tenido mira á todos los principios de la Física, y hubieran considerado todas las leyes de la naturaleza, refiriendo á ellas sus proposiciones, hubieran aprovechado mas con su talento para caminar á la certidumbre y la demostracion, habiendo ahora quedado sus discursos en los términos de meras opiniones.

Sacábanse ya caballos Á los teatros, grandeza Nunca vista hasta este tiempo, Que no fué la menor de ellas.

Este Calderón era hijo de otro Calderón muy conocido en el comercio de Madrid, negociante al por mayor en pieles curtidas, que con ellas había hecho una buena fortuna y que en los últimos años de su vida la había acrecentado, dedicándose, a la par que al comercio, al giro y descuento de letras.

De pronto ve surgir unas canteras que semejan las ruinas de un castillo: El eco de los truenos rueda encantado entre ellas. Al acercarse oye ladrar un perro, y otro relámpago le descubre una hueste de mendigos que han buscado cobijo en tal paraje.

Las diferentes comisiones ajenas de su ministerio que pesan sobre esos mismos majistrados, y muy graves muchas de ellas, es otro obstáculo, y no pequeño, para que se administre pronta y cumplida justicia.

Y sus hijas tambien con patriotismo, Bendan al que cayó con heroismo. Las damas Orientalas y Argentinas fundaron á su costa un hospital de sangre, en que fueron asistidos personalmente por ellas, mas de dos mil heridos del sitio de Montevideo. El mundo entero aplaudia ese golpe. No necesito confesar que he tenido muy presente la bellísima imprecacion del Sr.

No había visto el Conde la cara de ninguna de aquellas dos mujeres. El traje de ellas nada tenía de notable para ojos vulgares y profanos. La una vestía de ligera seda negra y la otra un traje obscuro de pobre percal; las dos iban de mantilla.

Si algo sacamos de las sensaciones, si nos producen algun fruto intelectual, es porque reflexionamos sobre ellas; y la reflexion es imposible sin la idea del ente. Para abstraer es necesario reflexionar: y la reflexion es imposible, sin tener de antemano dicha idea; luego esta es necesaria para la abstraccion, luego la abstraccion no puede ser su causa.