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Tenía Pilar, de edad entonces de veintitrés años, la malicia precoz que distingue a las señoritas que, con un pie en la aristocracia por sus relaciones y otro en la clase media por sus antecedentes, conocen todos los lados de la sociedad, y así averiguan quién da citas a los duques, como quién se cartea con la vecina del tercero.

Ninguno de los personajes es indígena; todos son turcos, árabes, caballeros cruzados, embajadores, duques, guerreros con armaduras, provistos de armas encantadas y de bálsamos como el famoso de Fierabrás; los buenos castellanos, los malos extranjeros.

Coincidencia singular: los Duques de Medinaceli y de Medinasidonia dieron amparo á Cristóbal Colón; y rivalizando en cierto modo con la Corona, pretendían alistar por su cuenta naves con que se resolviera el problema del camino del Catay, y se asentara el cimiento de la preponderancia marítima de España.

Los duques le dejaron sosegar, y se fueron, pesarosos del mal suceso de la burla; que no creyeron que tan pesada y costosa le saliera a don Quijote aquella aventura, que le costó cinco días de encerramiento y de cama, donde le sucedió otra aventura más gustosa que la pasada, la cual no quiere su historiador contar ahora, por acudir a Sancho Panza, que andaba muy solícito y muy gracioso en su gobierno.

Quería llegar hasta el santuario del único ídolo en que siempre había de creer, porque era el solo a que no podía tocar. Eran más de las diez de la noche, y los duques, que se habían marchado con su hija a la ópera, no volverían probablemente hasta muy tarde.

La casa de que Julia le hablara era la de los duques de Barbacana, una de las más antiguas y señoriales de Madrid, un edificio de mediados del siglo XVIII, caserón destartalado, con honores de palacio, formando esquina con una calleja inmediata y rodeado de altas tapias, tras las cuales se alzaban unas cuantas acacias. «No cabe duda se dijo , la casa de los de Barbacana.

Fué en el siglo XII que, bajo la autoridad superior del imperio de los Francos, á la cual estaba sometido el país como parte de la Borgoña trasjurásica, los duques de Zaehringen resolvieron crear un sistema de ciudades libres que resistiese á la ambicion y las depredaciones de los nobles salteadores llamados señores feudales.

Los duques veían en el capellán una figura que, sin salirse de su esfera, contribuía al tinte aristocrático de la casa. La hija, como más joven menos sujeta a preocupaciones, sólo se daba cuenta de que, mozo o viejo, noble o plebeyo, había cerca de un ser respetable por su ministerio y digno de estimación por sus prendas.

Ya veis, don Federico dijo Rafael , que esa leyenda popular arregla desafíos a medianoche y crea duques a pedir de boca. Calla por Dios, Rafael dijo la condesa , y déjanos esta creencia, pues me gusta esa etimología. respondió Rafael ; pero el duque de Alba no le agradecerá a tu madre la ilustración que quiere darle. Ahora veréis lo que hay en el asunto.

Gran gusto recebían los duques del disgusto que mostraba tomar el buen religioso de la dilación y pausas con que Sancho contaba su cuento, y don Quijote se estaba consumiendo en cólera y en rabia.