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Lo rápido, lo fugitivo de la impresión, me induce a conjeturar que no ha tenido nunca realidad extrínseca; que ha sido ensueño mío. La calma del cielo, el frío de la indiferencia amorosa, si bien templado por la dulzura de la amistad y de la caridad, es lo que descubro siempre en los ojos de Pepita. Me atormenta, no obstante, este ensueño, esta alucinación de la mirada extraña y ardiente.

Esta era la parte grata de su tarea, la obra verdaderamente divina que le dejaba el corazón anegado de dulzura y entusiasmo. ¡Arrancar un alma de las garras del demonio!

Adriana se abandonaba a la dulzura de quedarse allí, anegada en sus propias ideas y en la vaga contemplación de esta calle solitaria, retraída del rumoreo cosmopolita con su elegante edificación de cerrados palacetes.

Pero el más pequeño, Pascualet, un chiquillo regordete y panzudo, que sólo tenía cinco años, y á quien adoraba la madre por su dulzura y su mansedumbre, prometiéndose hacerlo capellán, lloraba apenas veía á sus hermanos enzarzados en terrible pelea con los otros condiscípulos.

Y volviendo repentinamente la cabeza se puso a gritar desesperadamente: ¡Tristán! ¡Clara! ¡Tristán! ¡Nanín! El buen Barragán quedó asustado de aquel susto y acercándose más exclamó con dulzura: ¡No tenga usted miedo, Elenita! ¡Si estoy aquí yo! Además, esto está muy bien guardado. ¡Clara! ¡Tristán! ¡Nanín! ¡Pero, Elenita, si estoy aquí yo!

No obstante, debo reconocer que Germana disimula con cuidado sus pequeños resentimientos. Su cortesía con don Diego es irreprochable. Conversa con él horas enteras sin dar muestras de cansancio; le escucha hasta con gusto; le responde algunas veces y acoge sus ternezas con una dulzura fría y resignada. Un hombre menos delicado no advertiría que es aborrecido; mi hijo lo sabe y la perdona.

Dicen los que han vivido mucho tiempo en el seno de esa sociedad, que la atracción invencible del exterior nada es al lado de los encantos del espíritu y de la dulzura exquisita del corazón.

Está tan en los usos y costumbres que cualquier caballero diga su atrevido pensamiento a una mujer casada, que ésta se ofenderá rara vez. Por virtuosa que sea, se limitará a rechazar o a desengañar con dulzura al pretendiente.

Saber convivir... He ahí el secreto del buen matrimonio. Dar normas fijas es imposible, puesto que hay tanta variedad de caracteres y de circunstancias cuantas parejas constituyen la organización monogámica del mundo. Desde luego la cualidad esencial de la mujer es la dulzura. La palabra suave quebranta la ira. Una mujer colérica es el mayor tormento de un hogar.

Pepe, que te está saludando el señor Olóriz... Yo pensé que era una regla de buena educación contestar a los saludos que nos dirigen. Mujer, no le he visto manifestó Torres con dulzura.