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Vivid: no permita el cielo Que quien tal valor alcanza, Por una ciega venganza Deje de dar luz al suelo. No sólo estáis perdonado, Pero os quedaré obligado Si me queréis por amigo. De eterna y firme amistad La palabra y mano os doy. MARQU

Si alguna frase se me escapa que pueda lastimar, aunque sea levemente, la memoria del señor Marqués, doy a V. desde luego un millón de excusas. Doña Luz hizo un gesto y movió la cabeza como si quisiera indicar que las excusas estaban aceptadas de antemano.

«Esto que te doy añadió la monja , es una reparación de los nervios y un puntal del ánimo desmayado. No creas que lo hago a escondidas de la Superiora, pues acaba de autorizarme para darte esta golosina, siempre que sea en la medida que separa la necesidad del apetito y el remedio del deleite. Yo que esto te entona y te da la alegría necesaria para cumplir bien con los deberes.

«A no me puede nadie gritó la infeliz con frenesí, los ojos desencajados, forcejeando contra los cuatro brazos que la querían sujetar . Soy Mauricia la Dura, la que le abrió una ventana en el casco a aquella ladrona que me robaba los pañuelos, la que le arrancó el moño a la Pepa, la que le arañó la cara a doña Malvina la protestanta... Suéltame tiorra pastelera, o de una mordida te arranco media cara. ¡Persona decente !... , que dejas un soldado pa tomar otro... que tienes ya el corazón como la puerta de Alcalá, de tanta gente como ha entrado por él... Ja, ja, ja... Loba, más que loba, so asquerosa, judía, con más babas que un perro tiñoso... cara de escupidera, zurrón, celemín de peinetas... verás qué recorrido te doy... así, así, y te arranco la nariz, y te escupo los ojos, y te saco todo el mondongo...». Por fin no eran voces humanas las que de sus labios llenos de espuma salían, sino rugidos de fiera sujeta y acorralada.

Ahora veo las cosas bajo una nueva luz; pero ¡ay! ya es tarde. Por unos momentos miró con indecisión á Ricardo, pero al fin dijo resueltamente: Oiga el consejo de un desgraciado, y no se ofenda porque se lo doy sin que usted me lo pida... No se separe nunca de Robledo: es un alma noble.

Entrados, pues, en su aposento, cerró tras la puerta, y hizo casi por fuerza que Sancho se sentase junto a él, y con reposada voz le dijo: -Infinitas gracias doy al cielo, Sancho amigo, de que, antes y primero que yo haya encontrado con alguna buena dicha, te haya salido a ti a recebir y a encontrar la buena ventura.

Le doy á usted las gracias y no discutiré si soy ó no una escepcion; aceptaré su calificativo para que usted acepte el mío: usted tambien es una escepcion; y como aquí no vamos á hablar de escepciones, ni abogar por nuestras personas, al menos pienso por , le suplico á mi catedrático otro giro al asunto.

Don Juan, sepa usted, si no lo sabe, que yo tan bién tengo mi humanidad como cualquier hijo de vecino, que me intereso por el prójimo hasta que favorezco á los que me aborrecen. Usted me odia, D. Juan, usted me detesta, no me lo niegue, porque no me puede pagar: esto es claro. Pues bien: para que vea usted de lo que soy capaz, se lo doy al cinco... ¡al cinco

Voy á emitir esta gran idea... Ya la he dicho.... No ha hecho efecto... Procuraré ser esmerado en la frase... Esta oración va bien... ¿Como la terminaré?... ¡Qué apuro!... No doy con el adjetivo... ¡Demonio de adjetivo!... ¡Ahí terminaré con un apostrofe ... allá va.... No ha hecho efecto ... no me aplauden."

Sólo le queda un partido que tomar: dejar este país sin demora y cortar resueltamente todas las esperanzas que entretiene su permanencia aquí. Cuando haya partido, me será más fácil volver á esas dos niñas á la razón. Pues bien, estoy pronto; partiré esta misma noche. Muy bien continuó: cuando le doy este consejo amigo mío, yo misma obedezco á una ley de honor bien rigurosa.